Mayo, una oracion a Maria cada dia, 20/05

Mayo, una oracion a Maria cada dia, 20/05

Hoy rezaremos pidiendo la intercesión de Nuestra Madre para todas las mujeres que están por ser madres y para quienes desean serlo. Por eso las pondremos a todas en la Santísima Maternidad de Maria. Les dejamos estas dos oraciones. La primera para quienes ya están en la dulce espera, y la segunda para las parejas que esperan pronto esta bendición:

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ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LA DULCE ESPERA

(pidiendo interceda durante el embarazo)

Oh Virgen de la Dulce Espera, que en la persona de tu Divino Hijo,

el niño Jesús, has sido la causa de nuestra esperanza,

trayendo en tu seno el mensaje de salvación

para todos los hombres.

Haz también que en nuestra dulce espera preparemos la llegada del fruto

de nuestro amor cristiano, con tu protección y ayuda,

agradeciendo a Dios , autor de toda la vida, el colaborar con Él al aumento

de la gran familia humana y que con el bautismo inmediato lo convirtamos, 

en hijo de Dios.

(hágase la petición y rece un Avemaría)

Atiende nuestro pedido, dulce Madre y Señora y protégenos en este trance, 

para que podamos tener en nuestros brazos maternales, al hijo

que ansiosamente aguardamos. Así sea.

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ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LA DULCE ESPERA

(pidiendo interceda para concebir un hijo)

El Señor te lleno de gracia y alegría

En la Dulce Espera de Jesús.

Te rogamos por los esposos

Que desean el Don de un hijo.

Ayúdalos en esta esperanza

Y a apoyarse en el camino de la vida.

Acuérdate de los que han abierto

Su corazón a la adopción.

Mantenlos en la alegría de su generosidad.

También únete a quienes han recibido

Los hermosos nombres de Padre y Madre,

Para que contigo den gracias a Dios

Por su grandeza manifiesta en el niño que esta por nacer.

Finalmente, recógenos a todos

En el gran abrazo del Espíritu Santo,

Para que mostremos al mundo

Que podemos vivir como hermanos,

Porque todos somos hijos de Dios.

Amén

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Decenario al Espíritu Santo. Sexto día.

Decenario al Espíritu Santo. Sexto día.

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DIA SEXTO

Acto de contrición

¡Oh Santo y Divino Espíritu!, bondad suma y caridad ardiente; que desde toda  la eternidad deseabas anhelantemente el que existieran seres a quienes Tú  pudieras comunicar tus felicidades y hermosuras, tus riquezas y tus glorias.  Ya lograste con el poder infinito que como Dios tienes, el criar estos seres para  Ti tan deseados.
¿Y cómo te han correspondido estas tus criaturas, a quienes tu infinita bondad  tanto quiso engrandecer, ensalzar y enriquecer? ¡Oh único bien mío!
Cuando por un momento abro mis oídos a escuchar a los  mortales, al punto vuelvo a cerrarlos, para no oír los clamores que contra Ti  lanzan tus criaturas: es un desahogo infernal que Satanás tiene contra Ti, y no es  causa por lograr el que los hombres Te odien y blasfemen, y dejen de alabarte y bendecirte, para con ello impedir el que se logre el fin para que fuimos criados.
¡Oh bondad infinita!, que no nos necesitáis para nada porque en Ti lo tienes todo: Tú eres la fuente y el manantial de toda dicha y ventura, de toda felicidad  y grandeza, de toda riqueza y hermosura, de todo poder y gloria; y nosotros,  tus criaturas, no somos ni podemos ser más de lo que Tú has querido hacernos;  ni podemos tener más de lo que Tú quieras darnos.  Tú eres, por esencia, la suma grandeza, y nosotros, pobres criaturas, tenemos  por esencia la misma nada.  Si Tú, Dios nuestro, nos dejaras, al punto moriríamos, porque no podemos tener  vida sino en Ti.
¡Oh grandeza suma!, y que siendo quien eres ¡nos ames tanto como nos amas y  que seas correspondido con tanta ingratitud!  ¡Oh quien me diera que de pena, de sentimiento y de dolor se me partiera el corazón en mil pedazos! ¡O que de un encendido amor que Te tuviera, exhalara  mi corazón el último suspiro para que el amor que Te tuviera fuera la única  causa de mi muerte!
Dame, Señor, este amor, que deseo tener y no tengo. Os le pido por quien sois,  Dios infinito en bondades.  Dame también tu gracia y tu luz divina para con ella conocerte a Ti y  conocerme a mí y conociéndome Te sirva y Te ame hasta el último instante de  mi vida y continúe después amándote por los siglos sin fin. Amén.

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Oración para todos los días
Señor mío, único Dios verdadero, que tienes toda la alabanza, honra y gloria  que como Dios te mereces en tus Tres Divinas Personas; que ninguna de ellas  tuvo principio ni existió una después que la otra, porque las Tres son la sola  Esencia Divina: que las tiene propiamente en sí tu naturaleza y son las que a tu  grandeza y señoría Te dan la honra, la gloria, el honor, la alabanza, que como
Dios Te mereces, porque fuera de Ti no hay honra ni gloria digna de Ti. ¡Grandeza suma! Dime, ¿por qué permites que no sean conocidas igualmente de tus fieles las Tres Divinas Personas que en Ti existen? Es conocida la persona del Padre; es conocida la Persona del Hijo; sólo es desconocida la tercera Persona, que es el Espíritu Santo.
¡Oh Divina Esencia! Nos diste quien nos criara y redimiera y lo hiciste sin tasa y sin medida. Danos con esta abundancia quien nos santifique y a Ti nos lleve. Danos tu Divino Espíritu que concluya la obra que empezó el Padre y continuó el Hijo. Pues el destinado por Ti para concluirla y rematarla es tu Santo y Divino Espíritu.
Envíale nuevamente al mundo, que el mundo no le conoce, y sin El bien sabéis Vos, mi Dios y mi todo, que no podemos lograr tu posesión; poseer por amar en esta vida y en posesión verdadera por toda la eternidad. Así sea.
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Consideración

Camino por donde se adquiere la verdadera santidad: no es otro, ni le hay, que con más seguridad nos lleve y con que más pronto la santidad se consiga, que con el propio vencimiento y la propia mortificación; difícil cosa para nosotros, pero es muy fácil por la granade ayuda que tenemos en el Espíritu Santo.

¡Oh si todas las almas que aspiran a la santidad y que con delirio la desean, se convencieran de esta verdad; pronto, muy pronto, conseguirían lo que desean, porque es una pena, al menos a mí me la causa, ver tantas almas aspirar a la santidad y no hallan el medio de conseguir lo que desean!
Ellas meditan y oran mental y vocalmente, ellas ayunan y hacen grandes penitencias, ellas visitan a los enfermos y socorren a los menesterosos, se compadecen de todo el que sufre, comulgan con fervor, oyen la Santa Misa con devoción, se confiesan con verdadero dolor de sus faltas, no digo de pecados, porque todos los que esto hacen, por la infinita misericordia de Dios no los cometen; no digo que estén libres de cometerlos, pero por la infinita misericordia de Dios no los comenten.
Y ¿cómo es que llevando esta vida no logran la santificación de sus almas? Es porque les falta poner por obra lo principal que hay que practicar para conseguir la santidad.
La santidad se adquiere muriendo uno a sí mismo en todo, y esta muerte se adquiere con la mortificación de las pasiones, de los sentidos y de los apetitos, esto en lo que toca al cuerpo; y en lo que toca al alma, haciendo porque muera la propia voluntad, el juicio propio y la vanidad y todos los apetitos del alma.
Conseguido el vencimiento de todo esto, es cierto, ciertísimo, que llega esta alma a lograr la santificación. Difícil cosa de conseguir, ¿a qué negarlo?
Si la miramos por la parte que toca a nosotros, ¡oh qué difícil es adquirir la santidad!; mas si miramos a la parte que Dios tiene en la santificación de nuestras almas, ¡qué fácil cosa es alcanzarla!
Mirad qué difícil cosa hubiera sido a cada uno de nosotros salir de nuestra niñez natural sólo por nosotros mismos; pues esto mismo, tan difícil de lograr en lo que toca a nosotros, nos ha sido cosa fácil de salir de ella a la sombra y amparo de una madre que Dios nos dio, que nos cuidó y nunca nos dejó de amparar, hasta que con sus cuidados y desvelos hemos logrado llegar a nuestro completo desarrollo.
Pues esto que hemos logrado en la vida natural con los desvelos de una madre, en la vida espiritual lo logramos con el esmero con que nos enseña, instruye, aconseja y gobierna y nos defiende de todos los asaltos de nuestros enemigos el Espíritu Santo.
Sin Él ni tenemos nada ni podemos nada; con Él lo tenemos todo y lo podemos todo.
Él nos da todo el armamento que necesitamos y nos enseña la más hermosa y bella instrucción, donde se aprende el manejo de las armas para, con el manejo de ellas, salgamos siempre vencedores, nunca vencidos, en los grandes combates que hemos de tener con nosotros mismos, los mayores; después, con los amigos y parientes, y toda esta presente vida con Satanás, nuestro común enemigo, porque tan pronto como os resolváis a emprender el camino que conduce a la verdadera santidad, es Satanás el que se presenta a la pelea, no fía en sus satélites.
Antes de emprender este camino sí fía en ellos, y bien desempeñan el oficio de diablos; pero a los que van camino de la santidad no fía en ninguno, de todos desconfía; él por sí mismo pelea, aunque de nada le vale.
Porque este Santo y Divino Espíritu nos hace entrar en un tan fuerte castillo y allí, retirados del mundo, desconocidos de los amigos y parientes, y hasta de nosotros mismos, luchamos y vencemos y no nos damos apenas cuenta de lo que allí hacemos, porque aquí el manejo de armas se hace con tal silencio, en tal reposo y quietud, que ni el mismo que lucha y vence se da cuenta que está luchando y venciendo; y hay luchas y derrotas brazo a brazo con Satanás, pero eso es más tarde.
Ahora, a los principios, a amaestrarnos dentro de este hermoso castillo, donde Satanás no sabe ni puede saber nada de nosotros, porque tan pronto como él entiende que una alma emprende el camino que conduce a la santidad, ya no la deja; la estudia detenidamente todas sus aspiraciones, sus inclinaciones, sus deseos, sus costumbres, sus amistades, hasta sus devociones, todo, todo, con el fin único de seducirnos, engañarnos, sin tener en ello otro fin que llevarnos a la hipocresía y fingimiento.
Porque a las almas que van camino de la santidad no las excitan las pasiones; a los principios, sí; los apetitos son los que excita desde que uno empieza la vida interior hasta que venga la muerte; siempre tiene esperanzas de vencernos por aquí y engañarnos y seducirnos con lo más santo, con lo mejor que hay.
Con la gracia, con las virtudes, con la misma santidad que deseamos; por aquí nos entra.
¡Oh, si no fuera por el Espíritu Santo pronto nos derrotaba y vencía!
Pero este Santo y Divino Espíritu con sus enseñanzas, consejos e instrucciones, nos pone tan al corriente de todas sus solaperías y astucias, que cuando él viene a la lucha ya sabemos lo que busca, lo que pretende y todo cuanto él piensa hacer de nosotros.
¡Oh lo que es el Espíritu Santo para nosotros en lo que se refiere a lograr la santificación de nuestra alma!
¡Oh qué bien sabía Jesucristo la necesidad que todos y para todo habíamos de tener del Espíritu Santo!
Por eso, cuando le seguían sus apóstoles y discípulos y les hablaba por medio de parábolas y ejemplos, con aquel trato familiar que con ellos tenía y no podía hacerles entender las cosas, ni había medio de hacerles salir de su ignorancia y rudeza, decía: ¡Oh qué deseo tengo de ser bautizado con un bautismo de sangre!
Porque ardía su corazón en deseos de alcanzarnos cuanto antes el Espíritu Santo.
Tenía como en reserva, guardado en su corazón, el pedir al Eterno Padre este don, sobre todo don, y esperaba a que estuviera pendiente en la Cruz para pedirle.
Porque la sabiduría del Divino Verbo era la que impulsaba a aquel corazón amante a desear para nosotros y la que gobernaba y dirigía a esta Humanidad Santísima; porque estas dos naturalezas, unidas como estaban, cuando hablaba Jesucristo, hablaba el Divino Verbo, sabía lo que pedía y cuándo y cómo lo había de pedir para alcanzarlo.
Bien sabía el Divino Verbo, sabiduría infinita, que sin el Espíritu Santo de poco nos valiera que el Padre nos criara y que Él, habiéndose hecho hombre, nos redimiera; sin el Espíritu Santo no podíamos llegar a conseguir el fin para el que habíamos sido creados y redimidos, porque sin el Espíritu Santo no podemos conocer a Jesucristo, y menos amarlo.
Y así como no podemos ir a gozar de aquella Divina Esencia, si no es por Jesucristo, tampoco podemos ir a Jesucristo, si no es por el Espíritu Santo.
¡Oh qué deseo ardía en aquel Corazón Divino de Jesucristo de darnos el Espíritu Santo!
Para convencer a los apóstoles y discípulos de la necesidad de dejarles, no halló otra razón más poderosa que decirles: “Conviene que me vaya; porque mientras yo no suba a mi Padre no os ha de enviar al Espíritu Santo”.
¡Oh corazón Divino! ¡Cuánto sufriste los tres años de tu vida pública, viendo que desconocían los hombres de la tierra la verdad y no había medio de hacerles entender las cosas según verdad ni medio de hacerte entender ellos!
¡Oh lo que es el Espíritu Santo! ¡Oh y qué no hiciste para alcanzárnosle! ¿Y por cuánto hubiste de pasar hasta que lo conseguiste? ¡Oh Santo y Divino Espíritu! Con sobrada razón enamoras con tus enseñanzas e instrucciones a todos los discípulos de tu escuela para que todos amen con delirio a este Corazón Divino que nos amó treinta y tres años con amor sacrificado. Señal la más cierta del amor puro con que siempre nos amó.
Tus exhortaciones siempre son a que amemos aquel Corazón herido por amor nuestro, que no busca ni quiere sino nuestro amor; y que, sediento, nada le refrigera sino el amor; nada pide, sino amor; no vive, si no ama, y muere por ser amado.
¡Oh Santo y Divino Espíritu! Aumenta el número de almas interiores que vengan a tu escuela y en ella aprendan a amar a este Corazón Divino que tanto nos ama.
Y mirad que este Corazón que así nos ama es el corazón de un Dios que para nada nos necesita; somos nosotros los que Le necesitamos.
¡Oh almas interiores! Todas unidas hagámosle ramilletes de mirra escogida y presentémosles a este Corazón angustiado por la falta de amor que Le tienen los hombres, y digámosle que con amor sacrificado siempre Le hemos de amar, y que sólo anhelamos y pedimos el que nos sea su amor la única causa de nuestra muerte. Así sea.

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Letanía del Espíritu Santo

Señor. Tened piedad de nosotros.
Jesucristo. Tened piedad de nosotros
Señor. Tened piedad de nosotros.
De todo regalo y comodidad. Libradnos Espíritu Santo.
De querer buscar o desear algo que no seáis Vos. Libradnos Espíritu Santo.
De todo lo que te desagrade. Libradnos Espíritu Santo.
De todo pecado e imperfección y de todo mal. Libradnos Espíritu Santo.
Padre amantísimo. Perdónanos.
Divino Verbo. Ten misericordia de nosotros.
Santo y Divino Espíritu. No nos dejes hasta ponernos en la posesión de la Divina Esencia, Cielo de los cielos.
Cordero de Dios, que borráis los pecados del mundo. Enviadnos al divino Consolador.
Cordero de Dios, que borráis los pecados del mundo. Llenadnos de los dones de vuestro espíritu.
Cordero de Dios, que borráis los pecados del mundo, haced que crezcan en nosotros los frutos del Espíritu Santo.
Ven, ¡oh Santo Espíritu!, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía tu Espíritu y serán creados y renovarán la faz de la tierra.

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Obsequio al Espíritu Santo para este día sexto

Poner por obra los medios de nuestra santificación.

El obsequio que hemos de hacer este día al Espíritu Santo es poner por obra y con resolución verdadera los medios de lograr nuestra Santificación.
¿Cuáles son? Ya lo sabemos: el propio vencimiento y la propia mortificación.
Difícil de practicar; pero si os resolvéis a entrar de lleno en la vida interior, allí, en la escuela, donde tenemos por Maestro al Espíritu Santo, con Él, ¡oh qué fácil es todo!
Porque apenas nos ve cobardes, Él arenga al alma de una manera tal que el oírle es encenderse el alma en deseos de emprender aún lo más difícil y con ánimo varonil entra en batalla consigo mismo y con aquel valor con que lucha, negando a sus apetitos lo que piden, sale vencedor en todo.
Y mirad el premio que le dan por haber luchado y vencido a todos sus apetitos y de todos ellos salir vencedor; dan a todos los que así luchan y vencen un premio regalado, no merecido; porque este premio, que es un don de Dios, jamás el alma podía ponerse en condiciones de merecerle.
Pero es tal el contento que Le damos cuando así luchamos y vencemos, que por premio nos dan la grande ayuda para luchar y vencer y con ella queda siempre Satanás vencido y derrotado, y este premio que nos dan y este don que nos regalan es un modo de orar sin interrupción, que no impide tenerle, ni el sueño, ni el sueño, ni el recreo, ni el hablar con nuestros prójimos, ni el comer, ni el trabajar, sea cual fuere nuestra ocupación, con cosa alguna es interrumpida, y con ella se adquiere el trato familiar que Dios con el alma tiene.
Mirad si queda nuestro trabajo bien pagado con lo que nosotros jamás podemos merecer y tan gratuitamente nos lo dan.
En esta escuela del Espíritu Santo se llama a esta oración el latir del corazón divino, por ser la ocupación continua de este corazón amante.
Con ella glorificaba a Dios su Padre continuamente, empleando su oración en la salvación de todo el género humano.
Pues trabajemos con nosotros mismos hasta darnos completa derrota, para que nos sea regalado este don.
Y una vez que nos le den, sea también el latir de nuestro corazón la salvación de toda la raza humana, y entre nuestro Dueño y Señor en amistad con nosotros y jamás la perdamos; y habiendo empezado en esta vida, dure por los siglos sin fin. Así sea.

PALOMA

Oración final para todos los días
Santo y Divino Espíritu, que por Ti fuimos criados y sin otro fin que el de gozar por los siglos sin fin de la dicha de Dios y gozar de Él, con Él, de sus hermosuras y glorias.
¡Mira, Divino Espíritu, que habiendo sido llamado por Ti todo el género humano a gozar de esta dicha, es muy corto el número de los que viven con las disposiciones que Tú exiges para adquirirla! ¡Mira, Santidad suma! ¡Bondad y caridad infinita, que no es tanto por malicia como por ignorancia! ¡Mira que no Te conocen! ¡Si Te conocieran no lo harían! ¡Están tan oscurecidas hoy las inteligencias que no pueden conocer la verdad de tu existencia! ¡Ven, Santo y Divino Espíritu! Ven; desciende a la tierra e ilumina las inteligencias de todos los hombres. Yo te aseguro, Señor, que con la claridad y hermosura de tu luz, muchas inteligencias Te han de conocer, servir y amar. ¡Señor, que a la claridad de tu luz y a la herida de tu amor nadie puede resistir ni vacilar!
Recuerda, Señor, lo ocurrido en aquel hombre tan famoso de Damasco, al principio que estableciste tu Iglesia. ¡Mira cómo odiaba y perseguía de muerte a los primeros cristianos! ¡Recuerda, Señor, con qué furia salió con su caballo, a quien también puso furioso y precipitadamente corría en busca de los cristianos para pasar a cuchillo a cuantos hallaba!
¡Mira, Señor!, mira lo que fue; a pesar del intento que llevaba, le iluminaste con tu luz su oscura y ciega inteligencia, le heriste con la llama de tu amor y al punto Te conoce; le dices quién eres, Te sigue, Te ama y no has tenido, ni entre tus apóstoles, defensor más acérrimo de tu Persona, de tu honra, de tu gloria, de tu nombre, de tu Iglesia y de todo lo que a Ti, Dios nuestro, se refería. Hizo por Ti cuanto pudo y dio la vida por Ti; mira, Señor, lo que vino a hacer por Ti apenas Te conoció el que, cuando no Te conocía, era de tus mayores perseguidores. ¡Señor, da y espera!
¡Mira, Señor, que no es fácil cosa el resistir a tu luz, ni a tu herida, cuando con amor hieres! Pues ven y si a la claridad de tu luz no logran las inteligencias el conocerte, ven como fuego que eres y prende en todos los corazones que existen hoy sobre la tierra.
¡Señor, yo Te juro por quien eres que si esto haces ninguno resistirá al ímpetu de tu amor! ¡Es verdad, Señor, que las piedras son como insensibles al fuego! ¡Pena grande, pero se derrite el bronce!
¡Mira, Señor, que las piedras son pocas, porque es muy pequeño el número de los que, después de conocerte, Te han abandonado! ¡La mayoría, que es inmensa, nunca Te han conocido! Pon en todos estos corazones la llama divina de tu amor y verás cómo Te dicen lo que Te dijo aquel tu perseguidor de Damasco: “Señor, ¿qué quieres que haga?” ¡Oh Maestro divino! ¡Oh consolador único de los corazones que Te aman! ¡Mira hoy a todos los que Te sirven con la grande pena de no verte amado porque no eres conocido! ¡Ven a consolarlos, consolador divino!, que olvidados de sí, ni quieren, ni piden, ni claman, ni desean cosa alguna sino a Ti, y a Ti como luz y como fuego para que incendies la tierra de un confín a otro confín, para tener el consuelo en esta vida de verte conocido, amado, servido de todas tus criaturas, para que en todos se cumplan tus amorosos designios y todos los que ahora existimos en la tierra, y los que han de existir hasta el fin del mundo, todos te alabemos y bendigamos en tu divina presencia por los siglos sin fin. Así sea.
Mayo, una oración a María cada día. 19/05

Mayo, una oración a María cada día. 19/05

La oracion de hoy la dedicaremos a María en una de sus advocaciones mas espléndidas pues es uno de sus títulos mas grandes. Rezaremos hoy la oracion a la Augusta Reina del Cielo y de la Tierra. Esta oracion, tiene 300 dias de indulgencias para quien la rece(Imprimatur concedido por el Papa San Pio X el 8 de junio de 1908)  :

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ORACIÓN A LA AUGUSTA REINA DEL CIELO Y DE LA TIERRA

Augusta Reina de los Cielos y Señora de los Angeles,

a Ti que has recibido de Dios el poder

y la misión de aplastar la cabeza de Satanás,

pedimos humildemente que envíes

legiones celestiales para que, bajo Tus ordenes,

persigan a los demonios, los combatan por todas partes,

repriman su audacia y los precipiten en los abismos.

Quien como Dios?

!Oh buena y tierna Madre, siempre serás

nuestro amor y nuestra esperanza!

!Oh Divina Madre, envia a los Santos Ángeles

para defenderme, y aleja de mi al cruel enemigo!

Santos Ángeles y Arcángeles defendednos y guardadnos.

Amén.

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SOBRE EL ORIGEN DE ESTA ORACION:

Escribe acerca de la Reina de los Angeles el Venerable Luis Eduardo Cestac, fundador de la Congregación de las Siervas de María:

En 1863 un alma… sintió su mente elevada hacia la Santísima Virgen, quien le dijo que efectivamente, los demonios andaban sueltos por el mundo, y que había llegado la hora de rogarle como Reina de los Ángeles pidiéndole las legiones santas para combatir y aplastar los poderes infernales.

–»Madre mía», dijo esta alma, «¿ya que sois tan buena, no podrías enviarlas sin que os rogáramos?»
–»No», respondió la Santísima Virgen, «la oración es condición impuesta por Dios para alcanzar las gracias».
– «Entonces, Madre mía», dijo el alma «¿querrías enseñarme Vos la manera de rogaros?»

Y creyó escuchar la oración “Oh Augusta Reina…”

El señor Cestac fue el depositario de esta oración. Lo primero que hizo fue presentarla a Monseñor Lacroix, obispo de Bayona, quien le dio su aprobación. Inmediatamente mandó imprimir medio millón de ejemplares, que distribuyó gratis por todas partes.

No estará demás advertir que, durante la primera impresión, las máquinas se rompieron dos veces. La oración a la Reina de los Ángeles se extendió rápidamente y fue aprobada por muchos obispos y arzobispos.

San Pío X concedió trescientos días de indulgencia a quienes la rezaren.

(Imprimátur del Vicario General de Buenos Aires, 29 de febrero de 1912)
-“Regina Angelorum”, publicación de la Orden de María Reina, Pascua de 1978

Fuente: Corazones.org http://www.corazones.org/oraciones/oraciones_maria/reina_delos_angeles.htm

Mayo, una oración a María cada día. 18/05

Mayo, una oración a María cada día. 18/05

Hoy dedicaremos a María una oración muy especial, por tratarse de la Patrona de América. La oración que hemos elegido hoy es la de Nuestra Señora de Guadalupe, por quien todos tenemos un inmenso amor y una enorme devoción. Y al final les dejamos una canción dedicada a la Guadalupana en una preciosísima versión de Lucero:

Imagen original de Nuestra Señora de Guadalupe en México

 ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE

PATRONA DE MÉXICO Y EMPERATRIZ DE AMÉRICA

Madre Santísima de Guadalupe, Madre de Jesus,

condúcenos hacia tu divino Hijo por el camino del Evangelio,

para que nuestra vida sea el cumplimiento generoso

de la Voluntad de Dios.

Condúcenos a Jesus, que se nos manifiesta

y se nos da en la palabra revelada, y en el Pan de la Eucaristía.

Danos una fe firme, una esperanza sobrenatural,

una caridad ardiente, y una fidelidad viva

a nuestra vocación de bautizados.

Ayúdanos a ser agradecidos a Dios,

exigentes con nosotros mismos y llenos de amor

para con nuestros hermanos. 

Amén.

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Y lo prometido:

Decenario al Espíritu Santo. Quinto día.

Decenario al Espíritu Santo. Quinto día.

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DIA QUINTO

Acto de contrición

¡Oh Santo y Divino Espíritu!, bondad suma y caridad ardiente; que desde toda  la eternidad deseabas anhelantemente el que existieran seres a quienes Tú  pudieras comunicar tus felicidades y hermosuras, tus riquezas y tus glorias.  Ya lograste con el poder infinito que como Dios tienes, el criar estos seres para  Ti tan deseados.
¿Y cómo te han correspondido estas tus criaturas, a quienes tu infinita bondad  tanto quiso engrandecer, ensalzar y enriquecer? ¡Oh único bien mío!
Cuando por un momento abro mis oídos a escuchar a los  mortales, al punto vuelvo a cerrarlos, para no oír los clamores que contra Ti  lanzan tus criaturas: es un desahogo infernal que Satanás tiene contra Ti, y no es  causa por lograr el que los hombres Te odien y blasfemen, y dejen de alabarte y bendecirte, para con ello impedir el que se logre el fin para que fuimos criados.
¡Oh bondad infinita!, que no nos necesitáis para nada porque en Ti lo tienes todo: Tú eres la fuente y el manantial de toda dicha y ventura, de toda felicidad  y grandeza, de toda riqueza y hermosura, de todo poder y gloria; y nosotros,  tus criaturas, no somos ni podemos ser más de lo que Tú has querido hacernos;  ni podemos tener más de lo que Tú quieras darnos.  Tú eres, por esencia, la suma grandeza, y nosotros, pobres criaturas, tenemos  por esencia la misma nada.  Si Tú, Dios nuestro, nos dejaras, al punto moriríamos, porque no podemos tener  vida sino en Ti.
¡Oh grandeza suma!, y que siendo quien eres ¡nos ames tanto como nos amas y  que seas correspondido con tanta ingratitud!  ¡Oh quien me diera que de pena, de sentimiento y de dolor se me partiera el corazón en mil pedazos! ¡O que de un encendido amor que Te tuviera, exhalara  mi corazón el último suspiro para que el amor que Te tuviera fuera la única  causa de mi muerte!
Dame, Señor, este amor, que deseo tener y no tengo. Os le pido por quien sois,  Dios infinito en bondades.  Dame también tu gracia y tu luz divina para con ella conocerte a Ti y  conocerme a mí y conociéndome Te sirva y Te ame hasta el último instante de  mi vida y continúe después amándote por los siglos sin fin. Amén.

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Oración para todos los días
Señor mío, único Dios verdadero, que tienes toda la alabanza, honra y gloria  que como Dios te mereces en tus Tres Divinas Personas; que ninguna de ellas  tuvo principio ni existió una después que la otra, porque las Tres son la sola  Esencia Divina: que las tiene propiamente en sí tu naturaleza y son las que a tu  grandeza y señoría Te dan la honra, la gloria, el honor, la alabanza, que como
Dios Te mereces, porque fuera de Ti no hay honra ni gloria digna de Ti. ¡Grandeza suma! Dime, ¿por qué permites que no sean conocidas igualmente de tus fieles las Tres Divinas Personas que en Ti existen? Es conocida la persona del Padre; es conocida la Persona del Hijo; sólo es desconocida la tercera Persona, que es el Espíritu Santo.
¡Oh Divina Esencia! Nos diste quien nos criara y redimiera y lo hiciste sin tasa y sin medida. Danos con esta abundancia quien nos santifique y a Ti nos lleve. Danos tu Divino Espíritu que concluya la obra que empezó el Padre y continuó el Hijo. Pues el destinado por Ti para concluirla y rematarla es tu Santo y Divino Espíritu.
Envíale nuevamente al mundo, que el mundo no le conoce, y sin El bien sabéis Vos, mi Dios y mi todo, que no podemos lograr tu posesión; poseer por amar en esta vida y en posesión verdadera por toda la eternidad. Así sea.
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Consideración
Instrucciones graves que nos da este sapientísimo Maestro; y digo graves, porque son tales que, cuando no las cumplimos, Él huye de entre nosotros y nos impiden el adquirir la unión con Dios.
Las instrucciones que hoy digo nos da este sabio, hábil, prudente, discreto, activo, dulce y cariñoso Maestro, que todos estos títulos merece, porque todo esto que de Él digo parece que al darnos estas lecciones todo nos lo quiere transmitir y grabar para que así como Él obra con nosotros obremos nosotros con nuestros prójimos en general, ya sean amigos nuestros ya no lo sean, o ya sean declarados enemigos; a todos quiere que tratemos igual, con la caridad que Él nos enseña.
Estas instrucciones no nos las da ni nos las hace ver y entender por medio de la luz que ya dejo dicho da al entendimiento; van directamente a la voluntad, pues allí las deja como impresas y grabadas en lo más íntimo de nuestra alma, con el fin de que jamás se nos puedan olvidar, y si nosotros queremos ser agradecidos a tantas manifestaciones de cariño y amor como nos da este nuestro inolvidable Maestro, debemos tener estas sus enseñanzas no como instrucciones, sino como mandatos.
Así los debemos poner por obra y con toda la aceptación de nuestra voluntad.
Nos dice que hablemos y obremos siempre con sencillez y que a nuestro prójimo nunca le hablemos ni tratemos con doblez bajo ningún pretexto.
La sencillez, dice, que es el carácter propio de los hijos de Dios y la doblez y fingimiento es propio de Satanás y sus secuaces y que esta semilla la puso Satanás en el corazón de la mujer y con ella la vanidad, cuando la sedujo a cometer el primer pecado; y dice que es tal el aborrecimiento que tiene Dios al que trata con doblez a su prójimo, que ninguno de éstos entrará a gozar de su descanso.
Nos exhorta también a que con propia voluntad nunca hagamos ningún acto, por pequeño que éste sea, y que debemos dar en nuestro corazón preferencia de aprecio y estima a todos aquellos que con sus contradicciones y privaciones nos ayuden a arrancar de nosotros la propia voluntad.
Nos exhorta a que seamos exigentes con nosotros mismos, encaminando nuestra existencia a toda virtud y perfección y a tener mucha tolerancia con los demás; que tengamos siempre mucha prudencia y obremos con discreción y que andemos con mucho cuidado, porque Satanás, nuestro común enemigo, siempre anda entre nosotros sembrando cizaña para que nosotros cojamos la discordia, que es el fruto que da la semilla que él tira y nos enseña los modos y maneras que él tiene de disfrazarse.
Usa mucho el disfraz de falso celo, que es para las almas consagradas al servicio del Señor la careta con que se cubre y aparece enmascarado con apariencias de celo, porque, quitando la posesión y vista de Dios, lo demás todo lo conoció perfectamente; porque le dio el Espíritu Santo tan privilegiada inteligencia que con ella conoció toda virtud y perfección; pero no la quiso practicar y por eso sabe tan perfectamente el oficio de seducir y engañar con virtudes aparentes y fingidas, que es todo lo que él abarca aparentar y fingir.
Pues rebelándose contra Dios, en esto vino a parar todo su saber y ciencia: a engañar, seducir, fingir y aparentar, y esto es ahora todo su saber y ciencia.
Y toda esta su ciencia, sabiduría y poder los destruimos nosotros con sólo que sigamos la verdad y con esto sólo le dejamos avergonzado, humillado, confundido y en su misma soberbia más y más abatido.
Vuelve a insistir en que nunca con doblez hablemos ni tratemos a nuestro prójimo por lo desagradable que esto es a Dios; y nos prohíbe hablar, decir y manifestar de cualquier modo o manera que sea las debilidades, imperfecciones, faltas o pecados de nuestros prójimos, y dice que el modo de tratar nosotros las cosas que dejó dichas de nuestros prójimos es con Dios, para pedirle gracia y perdón para ellos.
Nos exhorta como a viva voz y con mucha energía, contra la envidia espiritual, que jamás nos dejemos seducir de Satanás a cometer este pecado y el que lo comete es ladrón declarado que roba a Dios la gloria y la honra que Dios se merece y que todos estamos obligados a darle.
En contradicción a este pecado dilatemos nuestro gozo cuanto nos sea posible, siempre que veamos u oigamos hablar en alabanza de nuestro prójimo y jamás nos angustiemos con esos humillos de envidia con que los imperfectos oyen las alabanzas del prójimo o cuando los ven hacer algún acto de virtud, porque dice que el que tiene este pecado está como dominado por él y cuanto ve y oye del prójimo todo le da en rostro, como si le viera cometer graves pecados, porque la envidia espiritual, al que la tiene, le roe hasta las entrañas y la ruina espiritual del que esto tiene es segura.
Y digo que a viva voz nos lo dice, porque hasta los sentidos parece que participan instrucción.
Y nos enseña que cuando con falso celo nos veamos perseguidos, acusados y reprendidos, guardemos riguroso silencio y les abramos nuestro corazón lleno de amor y cariño, siempre que ellos nos busquen, sin darles la menor muestra de resentimiento. Porque, con todo, nos ayudan mucho a lograr más fácilmente la santificación de nuestras almas.
También nos exhorta mucho a que no tallemos ni pulamos a ninguno de nuestros prójimos, porque el que talla y pule a otro está muy lejos de la propia santificación.
También nos exhorta mucho a que tengamos gran temor y desconfianza no de Dios, sino de nosotros mismos, cuando nos alaban y ensalzan, porque la alabanza, la honra y la gloria que os dan no la merecéis vosotros, sino Dios que es el que os ha dado todo cuanto tenéis, por lo que los hombres os alaban y ensalzan.
Además, Satanás, nuestro común enemigo, sabe que de los discípulos de esta escuela él poco saca, porque no tiene posibilidad para entrar en esta escuela, por una parte, y, por otra, aunque quiera andar por las afueras de ella escuchando, nada adelantará, porque allí no hay ruido alguno; allí todo pasa en quietud, reposo, silencio y todo en profunda reserva.
Es la reserva que allí se usa y ejercita tal, que todo cuanto allí recibe el alma, todo en el centro del alma se queda guardado y como escondido, para que ni Satanás ni las criaturas puedan saber cosa alguna.
Y se recibe, porque bien se sabe que es dada una como natural reserva de lo que la dan como si la pusieran un candado para hablar, que mientras Dios no se la quita, no puede decir cosa alguna de lo que entre Dios y el alma pasa.
Pero hay cosas que entre Dios y el alma se quedan reservadas en el mismo Dios. Una comparación: Me lleva el Rey a su palacio y me enseña las cosas que él tiene allí reservadas; de aquellas cosas me da muchas a mí; yo las guardo en mi casa también reservadamente y digo de lo que me enseñó sólo para que yo lo supiera, lo viera y gozara sin otro fin más que éste, digo que quedaron en el Rey reservadas.
Satanás, que anda tan solícito por saber, no puede lograrlo ni halla medio de conseguirlo, y ¿qué hace entonces? Se vale de las criaturas, a ver si lo puede lograr, y movidas por él dicen alabanzas y ensalzamientos tales que las criaturas la suben hasta el tercer cielo como a San Pablo, con el fin de ver si la pueden hacer caer en algún pensamiento vano o en alguna complacencia por donde él pudiera averiguar por dónde anda.
¡Oh Maestro inolvidable! ¿Qué son todos los sabios ante Ti? Da este tu saber a todas las almas que Te están consagradas para que con él se vean libres de todas las astucias de Satanás y consigan con seguridad tu posesión eterna. Amén.

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Letanía del Espíritu Santo

Señor. Tened piedad de nosotros.
Jesucristo. Tened piedad de nosotros
Señor. Tened piedad de nosotros.
De todo regalo y comodidad. Libradnos Espíritu Santo.
De querer buscar o desear algo que no seáis Vos. Libradnos Espíritu Santo.
De todo lo que te desagrade. Libradnos Espíritu Santo.
De todo pecado e imperfección y de todo mal. Libradnos Espíritu Santo.
Padre amantísimo. Perdónanos.
Divino Verbo. Ten misericordia de nosotros.
Santo y Divino Espíritu. No nos dejes hasta ponernos en la posesión de la Divina Esencia, Cielo de los cielos.
Cordero de Dios, que borráis los pecados del mundo. Enviadnos al divino Consolador.
Cordero de Dios, que borráis los pecados del mundo. Llenadnos de los dones de vuestro espíritu.
Cordero de Dios, que borráis los pecados del mundo, haced que crezcan en nosotros los frutos del Espíritu Santo.
Ven, ¡oh Santo Espíritu!, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía tu Espíritu y serán creados y renovarán la faz de la tierra.

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Obsequio al Espíritu Santo para este día quinto
Amar a nuestros prójimos puramente por Dios y como Dios nos manda que amemos y como El nos enseña.
Amar a nuestros prójimos por Dios es el estar atentos en todo a prestarles nuestros servicios, si en algo nos necesitan, sin poner nuestros ojos en ellos, con el fin de ver si es nuestro amigo o enemigo, si habla bien o mal de nosotros, si es agradecido o ingrato a nuestros favores; porque si lo hacemos puramente por Dios, Dios no se puede portar con nosotros mejor que se porta.
El atributo de su bondad siempre está ejecutando sus bondades con nosotros y nosotros, ¡con cuántas imperfecciones hacemos las obras que pertenecen a su santo servicio!
Y esta infinita bondad no se retrae de darnos en abundancia su gracia, sus virtudes, sus dones y sus frutos; no aspira sino a enriquecernos y se goza y se gloría en vernos cargados de sus tesoros divinos, y cuando Él nos ve llenos de estas riquezas, como si se honra -¿qué digo como si se honra?- se honra de veras en ello.
Y cuanto más nos da, más su infinita bondad quiere darnos.
Pues resolvámonos a amar desde hoy a nuestros prójimos puramente por Dios y como Dios nos manda amarles y como Él enseña.
Hemos de manifestar el amor a nuestros prójimos para cumplir bien el mandato de Dios, no con los afectos de nuestro corazón, que éstos son para Dios sólo, sino con las obras, gozándonos, con toda nuestra alma y corazón, cuando vemos que los demás Le alaban, Le honran, y Le engrandecen, y no sacar nunca alguno de sus defectos, con lo que manifestamos lo aborrecible que nos es el que Le alaben y ensalcen.
Esta conducta nuestra contrista grandemente al Espíritu Santo y se da por ofendido.
Y así como quiere que nos gocemos en sus alabanzas, así quiere que nos apenemos y de alma y corazón sintamos su deshonra y menosprecio. Resolvámonos desde hoy a observar esta conducta con nuestros prójimos y daremos con ello placer y contento a Dios, que tanto se goza en que demos frutos de vida eterna. Así sea.

PALOMA

Oración final para todos los días

Santo y Divino Espíritu, que por Ti fuimos criados y sin otro fin que el de gozar por los siglos sin fin de la dicha de Dios y gozar de Él, con Él, de sus hermosuras y glorias.
¡Mira, Divino Espíritu, que habiendo sido llamado por Ti todo el género humano a gozar de esta dicha, es muy corto el número de los que viven con las disposiciones que Tú exiges para adquirirla! ¡Mira, Santidad suma! ¡Bondad y caridad infinita, que no es tanto por malicia como por ignorancia! ¡Mira que no Te conocen! ¡Si Te conocieran no lo harían! ¡Están tan oscurecidas hoy las inteligencias que no pueden conocer la verdad de tu existencia! ¡Ven, Santo y Divino Espíritu! Ven; desciende a la tierra e ilumina las inteligencias de todos los hombres. Yo te aseguro, Señor, que con la claridad y hermosura de tu luz, muchas inteligencias Te han de conocer, servir y amar. ¡Señor, que a la claridad de tu luz y a la herida de tu amor nadie puede resistir ni vacilar!
Recuerda, Señor, lo ocurrido en aquel hombre tan famoso de Damasco, al principio que estableciste tu Iglesia. ¡Mira cómo odiaba y perseguía de muerte a los primeros cristianos! ¡Recuerda, Señor, con qué furia salió con su caballo, a quien también puso furioso y precipitadamente corría en busca de los cristianos para pasar a cuchillo a cuantos hallaba!
¡Mira, Señor!, mira lo que fue; a pesar del intento que llevaba, le iluminaste con tu luz su oscura y ciega inteligencia, le heriste con la llama de tu amor y al punto Te conoce; le dices quién eres, Te sigue, Te ama y no has tenido, ni entre tus apóstoles, defensor más acérrimo de tu Persona, de tu honra, de tu gloria, de tu nombre, de tu Iglesia y de todo lo que a Ti, Dios nuestro, se refería. Hizo por Ti cuanto pudo y dio la vida por Ti; mira, Señor, lo que vino a hacer por Ti apenas Te conoció el que, cuando no Te conocía, era de tus mayores perseguidores. ¡Señor, da y espera!
¡Mira, Señor, que no es fácil cosa el resistir a tu luz, ni a tu herida, cuando con amor hieres! Pues ven y si a la claridad de tu luz no logran las inteligencias el conocerte, ven como fuego que eres y prende en todos los corazones que existen hoy sobre la tierra.
¡Señor, yo Te juro por quien eres que si esto haces ninguno resistirá al ímpetu de tu amor! ¡Es verdad, Señor, que las piedras son como insensibles al fuego! ¡Pena grande, pero se derrite el bronce!
¡Mira, Señor, que las piedras son pocas, porque es muy pequeño el número de los que, después de conocerte, Te han abandonado! ¡La mayoría, que es inmensa, nunca Te han conocido! Pon en todos estos corazones la llama divina de tu amor y verás cómo Te dicen lo que Te dijo aquel tu perseguidor de Damasco: “Señor, ¿qué quieres que haga?” ¡Oh Maestro divino! ¡Oh consolador único de los corazones que Te aman! ¡Mira hoy a todos los que Te sirven con la grande pena de no verte amado porque no eres conocido! ¡Ven a consolarlos, consolador divino!, que olvidados de sí, ni quieren, ni piden, ni claman, ni desean cosa alguna sino a Ti, y a Ti como luz y como fuego para que incendies la tierra de un confín a otro confín, para tener el consuelo en esta vida de verte conocido, amado, servido de todas tus criaturas, para que en todos se cumplan tus amorosos designios y todos los que ahora existimos en la tierra, y los que han de existir hasta el fin del mundo, todos te alabemos y bendigamos en tu divina presencia por los siglos sin fin. Así sea.
Mayo, una oración a María cada día. 17/05

Mayo, una oración a María cada día. 17/05

Nuestra oración de hoy será la que dedicamos a nuestra patrona regional, Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás.

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Oración de María del Rosario de San Nicolás

25-5-87

Madre bendita de Dios,
concede a tus hijos,
la fortaleza y el calor
de tus manos bienhechoras.

Danos el Amor que tu Corazón
ansioso quiere darnos,
danos la Luz que del Señor recibes
y la humildad que siempre le entregaste.

Eres Esperanza y Bienestar del alma;
Contigo gozaremos de paz
siguiéndote viviremos
amándote llegaremos a Dios.

Esta oración es una de las muchas que ha manifestado la mismísima Virgen María a su sierva Gladys Motta. Entrando en el enlace que les dejamos a continuación las pueden ver todas, que son muchísimas. CLICK EN LA IMAGEN

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Y les dejamos tambien la oracion a Nuestra Señora del Rosario de San NIcolas. Esta oracion es una adaptacion de la oracin original a Nuestra Señora del Rosario en su advocacion italiana. Aquella que dió a Santo Domingo el rezo del Santo Rosario:

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Santa María, Madre nuestra
que en cada misterio del Santo Rosario
nos brindas al salvador.
Acudimos a Ti necesitados.
Nos alegramos que desde la Cruz
el señor te haya encomendado la misión
de acercarnos a El y a su Iglesia
por la conversión y la penitencia.
Alentados por la confianza que nos inspiras
ponemos en tus manos maternales
nuestras preocupaciones y temores.
Pero, deseamos imitar tu fidelidad a Dios
Aceptando con amor y humildad
todas las pruebas.
¡Madre nuestra del Rosario de San Nicolás!
que tu presencia renueve nuestra vida,
alivie nuestro ser agobiado por
el sufrimiento y la enfermedad,
sostenga nuestra docilidad a la Gracia
y fortalezca nuestro amor a los demás,
convirtiéndonos así en testigos del amor
del Padre que no vaciló, por tu intermedio,
en darnos a Jesús.
Amén.

Fuente: Santuario de Maria del Rosario de San Nicolás

http://www.virgen-de-san-nicolas.org/index.html

Decenario al Espíritu Santo – Cuarto día

Decenario al Espíritu Santo – Cuarto día

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DIA CUARTO

Acto de contrición
¡Oh Santo y Divino Espíritu!, bondad suma y caridad ardiente; que desde toda  la eternidad deseabas anhelantemente el que existieran seres a quienes Tú  pudieras comunicar tus felicidades y hermosuras, tus riquezas y tus glorias.  Ya lograste con el poder infinito que como Dios tienes, el criar estos seres para  Ti tan deseados.
¿Y cómo te han correspondido estas tus criaturas, a quienes tu infinita bondad  tanto quiso engrandecer, ensalzar y enriquecer? ¡Oh único bien mío!
Cuando por un momento abro mis oídos a escuchar a los  mortales, al punto vuelvo a cerrarlos, para no oír los clamores que contra Ti  lanzan tus criaturas: es un desahogo infernal que Satanás tiene contra Ti, y no es  causa por lograr el que los hombres Te odien y blasfemen, y dejen de alabarte y bendecirte, para con ello impedir el que se logre el fin para que fuimos criados.
¡Oh bondad infinita!, que no nos necesitáis para nada porque en Ti lo tienes todo: Tú eres la fuente y el manantial de toda dicha y ventura, de toda felicidad  y grandeza, de toda riqueza y hermosura, de todo poder y gloria; y nosotros,  tus criaturas, no somos ni podemos ser más de lo que Tú has querido hacernos;  ni podemos tener más de lo que Tú quieras darnos.  Tú eres, por esencia, la suma grandeza, y nosotros, pobres criaturas, tenemos  por esencia la misma nada.  Si Tú, Dios nuestro, nos dejaras, al punto moriríamos, porque no podemos tener  vida sino en Ti.
¡Oh grandeza suma!, y que siendo quien eres ¡nos ames tanto como nos amas y  que seas correspondido con tanta ingratitud!  ¡Oh quien me diera que de pena, de sentimiento y de dolor se me partiera el corazón en mil pedazos! ¡O que de un encendido amor que Te tuviera, exhalara  mi corazón el último suspiro para que el amor que Te tuviera fuera la única  causa de mi muerte!
Dame, Señor, este amor, que deseo tener y no tengo. Os le pido por quien sois,  Dios infinito en bondades.  Dame también tu gracia y tu luz divina para con ella conocerte a Ti y  conocerme a mí y conociéndome Te sirva y Te ame hasta el último instante de  mi vida y continúe después amándote por los siglos sin fin. Amén.

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Oración para todos los días
Señor mío, único Dios verdadero, que tienes toda la alabanza, honra y gloria  que como Dios te mereces en tus Tres Divinas Personas; que ninguna de ellas  tuvo principio ni existió una después que la otra, porque las Tres son la sola  Esencia Divina: que las tiene propiamente en sí tu naturaleza y son las que a tu  grandeza y señoría Te dan la honra, la gloria, el honor, la alabanza, que como
Dios Te mereces, porque fuera de Ti no hay honra ni gloria digna de Ti. ¡Grandeza suma! Dime, ¿por qué permites que no sean conocidas igualmente de tus fieles las Tres Divinas Personas que en Ti existen? Es conocida la persona del Padre; es conocida la Persona del Hijo; sólo es desconocida la tercera Persona, que es el Espíritu Santo.
¡Oh Divina Esencia! Nos diste quien nos criara y redimiera y lo hiciste sin tasa y sin medida. Danos con esta abundancia quien nos santifique y a Ti nos lleve. Danos tu Divino Espíritu que concluya la obra que empezó el Padre y continuó el Hijo. Pues el destinado por Ti para concluirla y rematarla es tu Santo y Divino Espíritu.
Envíale nuevamente al mundo, que el mundo no le conoce, y sin El bien sabéis Vos, mi Dios y mi todo, que no podemos lograr tu posesión; poseer por amar en esta vida y en posesión verdadera por toda la eternidad. Así sea.

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Consideración

La escuela del Espíritu Santo; dónde la tiene, cómo la ejerce y qué es lo que enseña. Con la práctica de estas sus enseñanzas se adquiere la verdadera santidad.

Este Divino Maestro pone su escuela en el interior de las almas que se lo piden y ardientemente desean tenerle por Maestro.
Ejerce allí este oficio de Maestro sin ruido de palabras y enseña al alma a morir a sí mismo en todo, para no tener vida sino en Dios.
Es muy consolador el modo de enseñar que tiene este hábil Maestro; y no quiere poner escuela en otra parte para enseñar los caminos que conducen a la verdadera santidad, que en el interior de nuestra alma; y se da tal arte… y maña… para enseñar…, es tan hábil y tan sabio, tan poderoso y sutil, que, sin saber uno cómo, siéntese al poco tiempo de estar con Él en esta escuela todo trocado.
Antes de entrar en esta escuela, rudo, sin capacidad, muy torpe para entender lo que oía predicar; y entrando en ella, con qué facilidad se aprende todo; parece como que transmiten a uno hasta en las entrañas la ciencia y la habilidad que el Maestro tiene.
Su modo de enseñar no es con la palabra; rara vez habla, alguna vez a los principios; si se practica bien la lección que Él enseña suele hablar, pero muy poca cosa, para manifestarnos con esto su agrado; y esto ha de estar la práctica bien hecha, porque esta escuela todo es de practicar lo que enseñan, y si no lo practican, es cosa concluida; la escuela se cierra y no se abre.
Porque aunque la escuela se da en el centro del alma, no puede uno entrar allí si no le mete el Maestro, porque aunque él quiera entrar ni puede ni sabe. Lo único que puede hacer es quedarse dentro de sí, no salir fuera, sino ponerse a la puerta, y muy de corazón llorar y sentir su falta desinteresadamente.
Porque el desinterés es como la piedra de toque de esta escuela, pues todo cuanto aquí enseñan, todo hay que practicarlo desinteresadamente, si no nuestras obras no tienen mérito ante nuestro Maestro.
A los principios calla, tolera y no castiga; porque como es tan caritativo, se compadece mucho, porque ve que no sabemos, y nunca pide ni exige lo que no podemos.
Su modo de enseñar es por medio de una luz clara y hermosa que Él pone en el entendimiento.
Cuando anda el alma muy solícita en el cumplimiento de la práctica de la verdad que le enseña, junto con la luz que dejo dicha, dan como una saeta a la voluntad, y la voluntad al recibirla se siente toda encendida en amor a su Dios y Señor, y bien sabe ella cuando esto recibe que no es adquirida, sino dada; y esto nadie se lo dice, pero el alma bien lo entiende y conoce que es así.
En esta escuela hasta en el respirar parece que se respira sabiduría y ciencia, y toda esta sabiduría y ciencia va encaminada al conocimiento de Dios y al conocimiento propio, donde está como el fundamento de todo lo que enseñan, y sin estar esto bien asentado en el alma, no da paso alguno; suspende toda lección, y hasta que esta verdad no echa como raíces en el alma, no pasa adelante con sus instrucciones.
De la penitencia nada nos dice. Sin duda, a mí me parece, que no nos instruye acerca de ella porque de suyo el alma se inclina a la penitencia mejor que a la mortificación; lo que sí se ve con una de esas luces que da al entendimiento es que la penitencia sola, sin la mortificación, llena de soberbia el corazón; y por eso, en esta escuela se aprende a hacer la penitencia con mucha discreción; y se ve con esta luz que da este Divino Espíritu, que Satanás anda muy solícito, inclinando a las almas a hacer grandes penitencias.
En los santos tiene un fin y en los imperfectos otro; y mientras a la penitencia les inclina, de la mortificación les retrae; en la mortificación no hay peligro, por continuada que sea. La penitencia sola no santifica; la mortificación continuada hace grandes santos; con la mortificación continuada se consigue el morir a sí mismo en todo y se adquiere el puro amor de Dios, sin el cual ni hay amistad con Dios ni unión con Él, y menos la transformación, que ésta todo lo hace el amor.
Con la mortificación continuada salimos de la propia esclavitud y nos hacemos señores de nosotros mismos. Con la mortificación continuada se llega a adquirir el primitivo estado en que fueron puestos nuestros primeros padres; y como premio a la mortificación continuada se da Dios al alma, como en posesión en esta vida, y en esta escuela esto es lo que se aprende, porque todas las lecciones a esto van encaminadas: a la continua mortificación.
Hay lección particular para el ayuno y nos enseña a no negar al cuerpo nada de cuanto necesita; pero a los apetitos nunca darles nada de lo que piden, quieren o desean, porque los apetitos nunca piden, quieren o desean por necesidad.
Por necesidad el cuerpo es el que lo ha de pedir, y el cuerpo pide alimento y no pide más; pero los apetitos piden regalo y molicie, pues están siempre, como niños antojadizos, que no piden por necesidad, sino por antojo y capricho.
Por esto, a lo que más inclina este Maestro admirable es a la privación de todo lo que es regalo y el alma, como tiene siempre como entre los ojos la tragedia sucedida en el paraíso, voluntariamente se priva de la fruta, queriendo, si pudiera, desagraviar a Dios de la falta cometida por aquella triste madre, de cuya sangre estamos inficionados.
Porque todo cuanto se hace con las lecciones que en esta escuela dan y las instrucciones que aquí se reciben, el alma vive siempre olvidada de sí y no tiene otro fin en todo cuanto hace que el de agradar a Dios y lograr, si puede, el que Dios sea de todos amado.
De sí misma está olvidada, no piensa en adelantar en la virtud, ni en adquirir virtudes, ni en merecer gracia, ni en adquirir cielo, ni en santificarse.
Para ella y para las demás ni quiere, ni pide, ni desea sino el amar, si posible fuera, como Dios se merece.
Porque el amor desinteresado que enseña en esta escuela hemos de tener siempre a Dios; a desear esto nos lleva y nos exhorta este Maestro Divino.
El nos encamina a amar a Dios como Él nos ama. ¿Por qué nos ama Dios? Por nada, porque nada tenemos y nada Le podemos dar. Nos ama por amarnos, pues amémosle también nosotros sólo por amarle.
Él nos quiere dar su dicha y bienaventuranza eterna; no tuvo otro fin al criarnos que criarnos para tanta dicha y ventura.
¡Oh Santo y Divino Espíritu! Mira que no atinamos a emprender los caminos que a Ti nos conducen.
El amor desinteresado que debemos a Dios, dueño y Señor nuestro, no prende en nuestras almas; la mortificación continuada es un ejercicio desconocido y estos dos ejercicios nos son tan necesarios para ir a Ti.
¡Oh vida de nuestra vida y alma de nuestra alma!; como al pájaro le son necesarias las alas para volar, que fue el fin para el que fue criado. Así estamos nosotros, Santo y Divino Espíritu, sin alas para volar hacia Ti.
¡Ven, Santo y Divino Espíritu! Ven como Maestro y enséñanos desde este día el ejercicio de amor desinteresado; prende ese fuego de amor divino en nuestras almas y con él es cierto que el ejercicio de la mortificación le emprenderemos con gusto.
Ven, que viniendo Vos es cierto que todo está conseguido, que os amaremos como debemos y os daremos el consuelo que Vos tanto deseáis, que es el que gocemos con Vos por los siglos sin fin. Así sea.

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Letanía del Espíritu Santo
Señor. Tened piedad de nosotros.
Jesucristo. Tened piedad de nosotros
Señor. Tened piedad de nosotros.
De todo regalo y comodidad. Libradnos Espíritu Santo.
De querer buscar o desear algo que no seáis Vos. Libradnos Espíritu Santo.
De todo lo que te desagrade. Libradnos Espíritu Santo.
De todo pecado e imperfección y de todo mal. Libradnos Espíritu Santo.
Padre amantísimo. Perdónanos.
Divino Verbo. Ten misericordia de nosotros.
Santo y Divino Espíritu. No nos dejes hasta ponernos en la posesión de la Divina Esencia, Cielo de los cielos.
Cordero de Dios, que borráis los pecados del mundo. Enviadnos al divino Consolador.
Cordero de Dios, que borráis los pecados del mundo. Llenadnos de los dones de vuestro espíritu.
Cordero de Dios, que borráis los pecados del mundo, haced que crezcan en nosotros los frutos del Espíritu Santo.
Ven, ¡oh Santo Espíritu!, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía tu Espíritu y serán creados y renovarán la faz de la tierra.

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Obsequio al Espíritu Santo para este día cuarto
La mortificación

La mortificación para el que aspira a la santidad debe ser lo que la respiración para el cuerpo; si ésta falta, el cuerpo no puede tener vida; así nuestra alma, en lo que se refiere a la santidad que desea.
Tanto tendré de santidad cuanto tenga de mortificación, porque la santidad es todo lo contrario de lo que muchos creen; muchos miran y aprecian por santos al que tiene éxtasis, arrobamientos, visiones, revelaciones, dulzuras, consuelos y otras mil y mil cosas que siente el alma en la vida espiritual.
Nada de esto es necesario para llegar a una grande santidad.
La santidad se adquiere por la mortificación y en ella se perfecciona por la mortificación; a los muy mortificados suele Dios darles a gustar de estas cosas como para premiar su continuado trabajo.
Porque la mortificación continuada es el purgatorio en vida a la naturaleza rebelde; ya sabe ella que para gozar nos criaron.
Por eso nunca se logra el que se use de la mortificación y no cueste trabajo su uso.
En otras cosas se adquiere como hábito y costumbre y esto hace que no cueste; pero tratándose de mortificarse y vencerse uno a sí mismo, para con ello agradar a Dios, esto siempre cuesta.
Y por esto al continuado vencimiento en todo que el alma tiene, con el fin único de agradar a Dios, es el darle Dios estas cosas de dulzuras y consolaciones en premio.
Pero mirad, como os miráis en un espejo, en todos aquellos que han querido ser siempre fieles al Señor. Miradles cómo lloran y sienten y se avergüenzan cuando Dios les da a gustar estas cosas.
Cómo se valen de la misma prueba de cariño que Dios les da para obligarle a que nada de esto les dé.
Pues animémonos nosotros a imitarles en esto y a mortificarnos sólo por dar gusto a Dios con ello y manifestarle con esto nuestro amor puro y desinteresado, para lograr con todo ello el amor a Dios en esta vida y continuar amándole por los siglos sin fin. Así sea.

Oremos: Oh Dios, que habéis instruido los corazones de los fieles con la luz del Espíritu Santo, concedednos, según el mismo Espíritu, conocer las cosas rectas y gozar siempre de sus divinos consuelos. Por Jesucristo, Señor nuestro. Así sea.

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Oración final para todos los días
Santo y Divino Espíritu, que por Ti fuimos criados y sin otro fin que el de gozar por los siglos sin fin de la dicha de Dios y gozar de Él, con Él, de sus hermosuras y glorias.
¡Mira, Divino Espíritu, que habiendo sido llamado por Ti todo el género humano a gozar de esta dicha, es muy corto el número de los que viven con las disposiciones que Tú exiges para adquirirla! ¡Mira, Santidad suma! ¡Bondad y caridad infinita, que no es tanto por malicia como por ignorancia! ¡Mira que no Te conocen! ¡Si Te conocieran no lo harían! ¡Están tan oscurecidas hoy las inteligencias que no pueden conocer la verdad de tu existencia! ¡Ven, Santo y Divino Espíritu! Ven; desciende a la tierra e ilumina las inteligencias de todos los hombres. Yo te aseguro, Señor, que con la claridad y hermosura de tu luz, muchas inteligencias Te han de conocer, servir y amar. ¡Señor, que a la claridad de tu luz y a la herida de tu amor nadie puede resistir ni vacilar!
Recuerda, Señor, lo ocurrido en aquel hombre tan famoso de Damasco, al principio que estableciste tu Iglesia. ¡Mira cómo odiaba y perseguía de muerte a los primeros cristianos! ¡Recuerda, Señor, con qué furia salió con su caballo, a quien también puso furioso y precipitadamente corría en busca de los cristianos para pasar a cuchillo a cuantos hallaba!
¡Mira, Señor!, mira lo que fue; a pesar del intento que llevaba, le iluminaste con tu luz su oscura y ciega inteligencia, le heriste con la llama de tu amor y al punto Te conoce; le dices quién eres, Te sigue, Te ama y no has tenido, ni entre tus apóstoles, defensor más acérrimo de tu Persona, de tu honra, de tu gloria, de tu nombre, de tu Iglesia y de todo lo que a Ti, Dios nuestro, se refería. Hizo por Ti cuanto pudo y dio la vida por Ti; mira, Señor, lo que vino a hacer por Ti apenas Te conoció el que, cuando no Te conocía, era de tus mayores perseguidores. ¡Señor, da y espera!
¡Mira, Señor, que no es fácil cosa el resistir a tu luz, ni a tu herida, cuando con amor hieres! Pues ven y si a la claridad de tu luz no logran las inteligencias el conocerte, ven como fuego que eres y prende en todos los corazones que existen hoy sobre la tierra.
¡Señor, yo Te juro por quien eres que si esto haces ninguno resistirá al ímpetu de tu amor! ¡Es verdad, Señor, que las piedras son como insensibles al fuego! ¡Pena grande, pero se derrite el bronce!
¡Mira, Señor, que las piedras son pocas, porque es muy pequeño el número de los que, después de conocerte, Te han abandonado! ¡La mayoría, que es inmensa, nunca Te han conocido! Pon en todos estos corazones la llama divina de tu amor y verás cómo Te dicen lo que Te dijo aquel tu perseguidor de Damasco: “Señor, ¿qué quieres que haga?” ¡Oh Maestro divino! ¡Oh consolador único de los corazones que Te aman! ¡Mira hoy a todos los que Te sirven con la grande pena de no verte amado porque no eres conocido! ¡Ven a consolarlos, consolador divino!, que olvidados de sí, ni quieren, ni piden, ni claman, ni desean cosa alguna sino a Ti, y a Ti como luz y como fuego para que incendies la tierra de un confín a otro confín, para tener el consuelo en esta vida de verte conocido, amado, servido de todas tus criaturas, para que en todos se cumplan tus amorosos designios y todos los que ahora existimos en la tierra, y los que han de existir hasta el fin del mundo, todos te alabemos y bendigamos en tu divina presencia por los siglos sin fin. Así sea.
Decenario al Espíritu Santo – Tercer día

Decenario al Espíritu Santo – Tercer día

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DIA TERCERO

Acto de contrición

¡Oh Santo y Divino Espíritu!, bondad suma y caridad ardiente; que desde toda  la eternidad deseabas anhelantemente el que existieran seres a quienes Tú  pudieras comunicar tus felicidades y hermosuras, tus riquezas y tus glorias.  Ya lograste con el poder infinito que como Dios tienes, el criar estos seres para  Ti tan deseados.
¿Y cómo te han correspondido estas tus criaturas, a quienes tu infinita bondad  tanto quiso engrandecer, ensalzar y enriquecer? ¡Oh único bien mío!
Cuando por un momento abro mis oídos a escuchar a los  mortales, al punto vuelvo a cerrarlos, para no oír los clamores que contra Ti  lanzan tus criaturas: es un desahogo infernal que Satanás tiene contra Ti, y no es  causa por lograr el que los hombres Te odien y blasfemen, y dejen de alabarte y bendecirte, para con ello impedir el que se logre el fin para que fuimos criados.
¡Oh bondad infinita!, que no nos necesitáis para nada porque en Ti lo tienes todo: Tú eres la fuente y el manantial de toda dicha y ventura, de toda felicidad  y grandeza, de toda riqueza y hermosura, de todo poder y gloria; y nosotros,  tus criaturas, no somos ni podemos ser más de lo que Tú has querido hacernos;  ni podemos tener más de lo que Tú quieras darnos.  Tú eres, por esencia, la suma grandeza, y nosotros, pobres criaturas, tenemos  por esencia la misma nada.  Si Tú, Dios nuestro, nos dejaras, al punto moriríamos, porque no podemos tener  vida sino en Ti.
¡Oh grandeza suma!, y que siendo quien eres ¡nos ames tanto como nos amas y  que seas correspondido con tanta ingratitud!  ¡Oh quien me diera que de pena, de sentimiento y de dolor se me partiera el corazón en mil pedazos! ¡O que de un encendido amor que Te tuviera, exhalara  mi corazón el último suspiro para que el amor que Te tuviera fuera la única  causa de mi muerte!
Dame, Señor, este amor, que deseo tener y no tengo. Os le pido por quien sois,  Dios infinito en bondades.  Dame también tu gracia y tu luz divina para con ella conocerte a Ti y  conocerme a mí y conociéndome Te sirva y Te ame hasta el último instante de  mi vida y continúe después amándote por los siglos sin fin. Amén.

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Oración para todos los días

Señor mío, único Dios verdadero, que tienes toda la alabanza, honra y gloria  que como Dios te mereces en tus Tres Divinas Personas; que ninguna de ellas  tuvo principio ni existió una después que la otra, porque las Tres son la sola  Esencia Divina: que las tiene propiamente en sí tu naturaleza y son las que a tu  grandeza y señoría Te dan la honra, la gloria, el honor, la alabanza, que como
Dios Te mereces, porque fuera de Ti no hay honra ni gloria digna de Ti. ¡Grandeza suma! Dime, ¿por qué permites que no sean conocidas igualmente de tus fieles las Tres Divinas Personas que en Ti existen? Es conocida la persona del Padre; es conocida la Persona del Hijo; sólo es desconocida la tercera Persona, que es el Espíritu Santo.
¡Oh Divina Esencia! Nos diste quien nos criara y redimiera y lo hiciste sin tasa y sin medida. Danos con esta abundancia quien nos santifique y a Ti nos lleve. Danos tu Divino Espíritu que concluya la obra que empezó el Padre y continuó el Hijo. Pues el destinado por Ti para concluirla y rematarla es tu Santo y Divino Espíritu.
Envíale nuevamente al mundo, que el mundo no le conoce, y sin El bien sabéis Vos, mi Dios y mi todo, que no podemos lograr tu posesión; poseer por amar en esta vida y en posesión verdadera por toda la eternidad. Así sea.

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Consideración
Veamos en este día cómo nos enseña nuestro Divino Redentor a hacer aprecio y estima del Espíritu Santo.

Cuando el ángel miró al hombre y le vio tan inferior a él en naturaleza por una parte y por otra vio lo mucho que Dios le amaba, apenas el Señor hubo castigado al ángel por su soberbia, quitándole la gracia y la gloria, y castigándole a los infiernos, que creó entonces para sólo este fin, pues hasta aquel momento no le había creado, el Satanás dos veces satanás, apenas allí se vio, no pensó en otra cosa que en cómo había de hacer caer al hombre, sólo porque Dios le amaba.
Como Dios le dejó los dones de naturaleza que le había dado, quitándole solamente la gracia, la gloria y la hermosura y se los dejó para castigar con ellos su soberbia, él los empleó todos en ver los medios de quitar a Dios el placer, que él sabía tenía en el hombre; y toda su sabiduría y ciencia y todo su poder lo empleó en seducir a nuestra madre Eva, como parte más flaca.
Consiguió el seducirla, haciéndola faltar a Dios en el único mandato que les había puesto; pero no logró el privar a Dios del contento que tenía en amar y ser amado del hombre.
En esto se engañó a sí mismo Satanás, porque creyó que seduciendo a los dos primeros seres, Adán y Eva, les iba Dios a castigar como a él, y con esto quedaba Dios privado del contento que tenía en amar y ser amado del hombre.
Esto no le dio otro resultado a Satanás, que el tener una segunda derrota; Dios no castigó al hombre como Satanás quería; en esto fue Satanás humillado, porque el castigo que Dios puso a nuestros primeros padres fue temporal, y a Satanás se le dio eterno, por los siglos sin fin, mientras Dios sea Dios, que lo es para siempre…, para siempre.
Dios castigó a los ángeles para siempre… eternamente; porque su pecado fue por malicia; castigó temporalmente al hombre, porque el hombre no pecó por malicia, sino por seducción.
¡Oh cómo se ven aquí las entrañas de misericordia que Dios tiene y lo que le cuesta castigarnos! ¡Cuán presto está a darnos el bien que no merecemos, y cuán tardo es para castigar el mal que hacemos!
El gozar de lo que Él goza y en Sí mismo tiene, nos lo da sin tasa y sin medida; y esto, por pura bondad, sin mérito alguno nuestro; pero el castigar el mal que hacemos, lo hace siempre con tasa y con medida; porque aunque es horrible el infierno que crió, no encerró en él el castigo que el pecado se merece; además, vio toda la infidelidad del ángel y del hombre antes de haberlos creado, y, sin embargo, que lo ve, no determina entonces el lugar para castigarles; espera a que le cometan y entonces lo determina; y lo que era placer, dicha y contento temporal y eterno, antes de crearles, se lo prepara todo y llena la creación entera de bellezas, todas para el ángel y para el hombre.
Y después de tenerles preparadas todas las hermosuras de la creación les crea a ellos para que desde el primer instante de su existencia sean felices y dichosos.
¡Oh cómo eres Dios mío! ¡Cómo eres todo bondad, todo misericordia, todo caridad!
Cuando Eva se dejó seducir, y ésta sedujo a Adán, y le sedujo sin malicia, y seducidos los dos, faltaron al único mandato que Dios les había puesto, apenas el Señor les habló, recordándoles con reprensión su falta, humillados, lloraron y confesaron su culpa.
Entonces el Señor, nuestro Dios, volviéndose a Satanás, le dijo: “Yo les levantaré de su caída con inmensas ventajas”.
Aquella sabiduría de Dios que, como dejo dicho, reside en el Divino Verbo, cuando aquella Divina Esencia echó como una ojeada a toda la Creación, antes de haberla creado, vio el pequeño número de almas, que fieles le habían de servir y amar; y entonces esta sabiduría inmensa e infinita se dio trazas para que, llegados los tiempos, cuando las dos naturalezas unidas estuvieran, este pequeño número de almas fieles a su Dios quedasen congregadas, y desde entonces ya no fueran miradas por Dios como criaturas, sino como hijos de adopción.
Llegados los tiempos decretados para redimir a toda la raza humana, el Divino Verbo se hace hombre y quedan las dos naturalezas unidas y existe en el mundo un Dios y Hombre al mismo tiempo, y vive entre los hombres treinta y tres años un hombre que es Dios.
Estos hombres entre quienes vivía este Hombre Dios, injustamente faltando a toda verdad y a toda justicia, Le condenan a muerte; sube al madero santo de la Cruz y apenas en él se ve crucificado, aquella alma bendita de aquel Hombre que estaba unida a la Divinidad del Verbo, empieza a negociar con Dios, su Padre, el modo como Él deseaba levantar al hombre de su caída.
Y, ¡en qué circunstancias! ¡Coronado de espinas, hecho una llaga de los pies a la cabeza! ¡Las espaldas descarnadas! ¡Los huesos dislocados! ¡Traspasados sus pies y sus manos con gruesos clavos! Sin tener donde descansar ni siquiera donde fijar su cabeza; y en este estado aquella alma bendita de aquel Hombre Dios no cesa un instante de pedir y de rogar a su Padre Le concediera lo que Él tanto para el hombre deseaba; esta alma bendita, que era como un volcán de caridad para el hombre, ardientemente deseaba que quedaran congregados todos los hombres en Él, y Él sería el cuerpo, alma y vida de estos hombres en Él congregados.
Mas, unida como estaba esta humanidad Santísima a la Divina del Verbo, esta Divinidad le comunica la verdad y sabiduría; y esta humanidad bendita, con aquella bondad y sabiduría que el Verbo le comunica, por estar inseparablemente unida, pide le sea dado para el hombre su Santo y Divino Espíritu, para que todos los a Él congregados vivan como un solo cuerpo y una sola alma, y esta nueva congregación sea dirigida y enseñada por el Espíritu Santo, y posesionado ya de esta congregación el Espíritu Santo, mire a todos los allí congregados, no como a criaturas suyas, sino como hijos de adopción, a quienes adopten la justicia de Dios sobreabundantemente reparada por el Dios hecho hombre, la misericordia del Divino Verbo, que unida está a la humanidad Santísima, y la caridad y bondad de este Santo y Divino Espíritu.
¡Oh humanidad santísima! ¿Quién sino Dios puede saber lo que Tú padecías durante las tres horas que pendiente estuviste en la Cruz?
Tú, olvidado del estado tristísimo en que te habían puesto los hombres, sin tener en cuenta nada de cuanto padecías, sin cesar ni un momento de pedir e instar a vuestro Padre celestial que os conceda lo que Le pedís, para todo el género humano; a todos queréis congregar y a todos queréis hacer un solo cuerpo y una sola alma. Y, ¿en qué ocasión?
¡Cuando todos están con sus insultos, mofas y escarnios causando un griterío tal, todo contra Ti! ¡Irritando con su modo de proceder la justicia de Dios! ¡Oh, y Tú, mi vida y mi todo! ¿Qué haces cuando esto presencias? Los disculpas diciendo: “¡Padre mío, perdónalos, porque no saben lo que hacen!”, y sigues negociando la dicha eterna del hombre, y pides que se dilaten tus tormentos; pero que se Te dé para nosotros su Santo y Divino Espíritu; que nos enseñe, dirija y gobierne, porque sin el Espíritu Santo no puede el hombre ser elevado a la dignidad que Vos queréis elevarle.
¡Oh almas todas! ¡Mirad el tormento mayor que todo cuanto hasta aquí lleva padecido! ¡Mirad ahora la justicia de Dios, dando a Jesucristo lo que nosotros merecemos! Ardiendo en deseos de conseguir de su Padre Celestial lo que tanto desea conseguir para nosotros.
El poder de Dios, su Padre, hace que quede oculta la divinidad a la humanidad milagrosamente y queda la humanidad de Jesucristo desamparada de la Divinidad.
Este terrible sufrimiento no le entenderán si no es los que han gustado de la unión con Dios, y estando a Él unidos los deja y desampara; y el tormento de Jesucristo y el de estas almas es menos comparable que la sombra con la realidad; y por un momento que esto las suceda, ven partírselas el corazón de sentimiento y dolor.
¡Qué sería este tormento a Jesucristo en la situación en que se hallaba, sufriendo tan terribles dolores, dilatándose lo que Él para nosotros tanto deseaba conseguir! ¡Y a continuación, aquel desamparo que es la pena y dolor para las almas más que el mismo infierno!
¡Oh! ¡Cómo estaría aquella alma benditísima de Jesucristo sintiendo este abandono! No ha dado un quejido en todo cuanto por Él ha pasado y ahora, ¡Dios mío!, ¡Dios mío!, ¿por qué me has desamparado?
¡Lo que mucho vale, mirad a Jesucristo cuánto Le cuesta! Es el don sobre todo don lo que desea alcanzar para nosotros; y antes de dárselo, Le cuesta un sufrimiento sobre todo sufrimiento. ¡Oh lo que costó a Jesucristo alcanzarnos de Dios su Santo y Divino Espíritu!
Él quería congregarnos a todos en Él, que es el establecimiento de la Santa Iglesia; y ésta no podía subsistir sin el Espíritu Santo; y Él dilata su vida, porque poder tenía, como Dios que era, hasta que consiguió de su Padre el Espíritu Santo para nosotros.
Despacha el Eterno Padre su petición; establece su Iglesia y al punto habla y dice: “Todo está consumado”.
¡Almas consagradas al servicio del Señor! ¡Aprendamos de Jesucristo, nuestro Divino Redentor, a hacer aprecio y estima del Espíritu Santo!
¡Ven, Santo y Divino Espíritu! ¡Ven a satisfacer los ardientes deseos de aquel ser humano que Tú formaste en las virginales entrañas de María Inmaculada!, que, aunque es hombre en el padecer, es Dios en el pedir y Dios en el desear; porque pide y desea lo que desea el Divino Verbo, a quien está unido. Desciende a nosotros como lo deseaba y pedía aquel Hombre Dios.
Dirígenos y gobiérnanos en todo, enséñanos a glorificarle, para que, empezando en esta vida, continuemos así por los siglos de los siglos sin fin. Así sea.

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Letanía del Espíritu Santo

Señor. Tened piedad de nosotros.
Jesucristo. Tened piedad de nosotros
Señor. Tened piedad de nosotros.
De todo regalo y comodidad. Libradnos Espíritu Santo.
De querer buscar o desear algo que no seáis Vos. Libradnos Espíritu Santo.
De todo lo que te desagrade. Libradnos Espíritu Santo.
De todo pecado e imperfección y de todo mal. Libradnos Espíritu Santo.
Padre amantísimo. Perdónanos.
Divino Verbo. Ten misericordia de nosotros.
Santo y Divino Espíritu. No nos dejes hasta ponernos en la posesión de la Divina Esencia, Cielo de los cielos.
Cordero de Dios, que borráis los pecados del mundo. Enviadnos al divino Consolador.
Cordero de Dios, que borráis los pecados del mundo. Llenadnos de los dones de vuestro espíritu.
Cordero de Dios, que borráis los pecados del mundo, haced que crezcan en nosotros los frutos del Espíritu Santo.
Ven, ¡oh Santo Espíritu!, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía tu Espíritu y serán creados y renovarán la faz de la tierra.
Oremos: Oh Dios, que habéis instruido los corazones de los fieles con la luz del Espíritu Santo, concedednos, según el mismo Espíritu, conocer las cosas rectas y gozar siempre de sus divinos consuelos. Por Jesucristo, Señor nuestro. Así sea.

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Obsequio al Espíritu Santo para este día tercero

La oración. Con ella, con qué gozo y alegría se vence uno a sí mismo en todo, por difícil que sea y por mucho que cueste el vencerse y mortificarse.

Mirad qué fácil le es al pajarillo el subirse a las altas enramadas y a los árboles frondosos y a dilatadas alturas con sólo dos alas que Dios le dio, y cómo cantan cuando luego de hacer su vuelo, se posan en el árbol, manifestando el placer y contento que les causa el volar.
También el alma mortificada tiene lo que el pajarillo, alas para volar; y, como él, también se posa en el árbol, y allí, alegre, manifiesta su contento.
Mirad; poned vuestros ojos en esas almas que ni quieren, ni buscan, ni desean cosa alguna ni del cielo ni de la tierra, sino a su Dios, de quien están viviendo enamoradas. Hallaréis pocas, pero las hay y las ha de haber hasta que el mundo se acabe.
Miradlas; cuando van a hacer uso de la mortificación, echan mano de la oración y del amor que tienen puesto en su Dios.
Como el pájaro, se remontan y suben a gran altura con sus dos alas. Con la oración y el amor que a Dios tienen, se elevan con estas dos alas sobre todo lo creado y hacen su vencimiento propio; y cuando acaban de hacerle, se posan en el monte Calvario, y allí, fijando su mirada, como si allí estuviera todavía el árbol de la Cruz y el dulce Jesús, Redentor Divino en ella, como castas palomas tienen sus arrullos con el amor de sus amores y con ellos manifiestan al amado de su alma que están dispuestas con grande alegría a usar de la mortificación y propio vencimiento, tan pronto como la ocasión se les presente.
Y se las presenta continuamente, porque cuando en sí no hallan en qué mortificarse y vencerse, lo hacen las criaturas, permitido y dispuesto por Dios.
Y cuando no hay alguna criatura que las mortifique, se encarga entonces Dios; y Dios lo hace, como quien es, grande en todo, demostrando con esto Dios al alma que quiere ser suya, que la mortificación ha de ser continuada, como lo es el latir del corazón.
Animémonos a ello, ya que otra cosa no tenemos que dar a nuestro amable Jesús. ¡Oh qué deseo tenía de dar la vida por nosotros!
Pues digámosle nosotros a Él: ¡Señor!, hambre y sed tengo de morir a mí mismo en todo, para no tener vida sino en Ti, para que, empezando en esta vida, continúe por los siglos sin fin. Así sea.

PALOMA

Oración final para todos los días

Santo y Divino Espíritu, que por Ti fuimos criados y sin otro fin que el de gozar por los siglos sin fin de la dicha de Dios y gozar de Él, con Él, de sus hermosuras y glorias.
¡Mira, Divino Espíritu, que habiendo sido llamado por Ti todo el género humano a gozar de esta dicha, es muy corto el número de los que viven con las disposiciones que Tú exiges para adquirirla! ¡Mira, Santidad suma! ¡Bondad y caridad infinita, que no es tanto por malicia como por ignorancia! ¡Mira que no Te conocen! ¡Si Te conocieran no lo harían! ¡Están tan oscurecidas hoy las inteligencias que no pueden conocer la verdad de tu existencia! ¡Ven, Santo y Divino Espíritu! Ven; desciende a la tierra e ilumina las inteligencias de todos los hombres. Yo te aseguro, Señor, que con la claridad y hermosura de tu luz, muchas inteligencias Te han de conocer, servir y amar. ¡Señor, que a la claridad de tu luz y a la herida de tu amor nadie puede resistir ni vacilar!
Recuerda, Señor, lo ocurrido en aquel hombre tan famoso de Damasco, al principio que estableciste tu Iglesia. ¡Mira cómo odiaba y perseguía de muerte a los primeros cristianos! ¡Recuerda, Señor, con qué furia salió con su caballo, a quien también puso furioso y precipitadamente corría en busca de los cristianos para pasar a cuchillo a cuantos hallaba!
¡Mira, Señor!, mira lo que fue; a pesar del intento que llevaba, le iluminaste con tu luz su oscura y ciega inteligencia, le heriste con la llama de tu amor y al punto Te conoce; le dices quién eres, Te sigue, Te ama y no has tenido, ni entre tus apóstoles, defensor más acérrimo de tu Persona, de tu honra, de tu gloria, de tu nombre, de tu Iglesia y de todo lo que a Ti, Dios nuestro, se refería. Hizo por Ti cuanto pudo y dio la vida por Ti; mira, Señor, lo que vino a hacer por Ti apenas Te conoció el que, cuando no Te conocía, era de tus mayores perseguidores. ¡Señor, da y espera!
¡Mira, Señor, que no es fácil cosa el resistir a tu luz, ni a tu herida, cuando con amor hieres! Pues ven y si a la claridad de tu luz no logran las inteligencias el conocerte, ven como fuego que eres y prende en todos los corazones que existen hoy sobre la tierra.
¡Señor, yo Te juro por quien eres que si esto haces ninguno resistirá al ímpetu de tu amor! ¡Es verdad, Señor, que las piedras son como insensibles al fuego! ¡Pena grande, pero se derrite el bronce!
¡Mira, Señor, que las piedras son pocas, porque es muy pequeño el número de los que, después de conocerte, Te han abandonado! ¡La mayoría, que es inmensa, nunca Te han conocido! Pon en todos estos corazones la llama divina de tu amor y verás cómo Te dicen lo que Te dijo aquel tu perseguidor de Damasco: “Señor, ¿qué quieres que haga?” ¡Oh Maestro divino! ¡Oh consolador único de los corazones que Te aman! ¡Mira hoy a todos los que Te sirven con la grande pena de no verte amado porque no eres conocido! ¡Ven a consolarlos, consolador divino!, que olvidados de sí, ni quieren, ni piden, ni claman, ni desean cosa alguna sino a Ti, y a Ti como luz y como fuego para que incendies la tierra de un confín a otro confín, para tener el consuelo en esta vida de verte conocido, amado, servido de todas tus criaturas, para que en todos se cumplan tus amorosos designios y todos los que ahora existimos en la tierra, y los que han de existir hasta el fin del mundo, todos te alabemos y bendigamos en tu divina presencia por los siglos sin fin. Así sea.
Mayo, una oración a María cada día. 16/05

Mayo, una oración a María cada día. 16/05

Hoy cantaremos un himno en honor a María Santísima, que pertenece a la liturgia oriental griega, y que medita sobre el misterio de la Maternidad Divina.

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AKÁTHISTOS

Himno Akathistos, I parte, estrofas 1-12

1. El más excelso de los ángeles fue enviado desde el Cielo para
decir «Ave» a la Madre de Dios. Al transmitir su incorpóreo saludo,
viéndote hecho hombre en Ella, Señor, extasiado el ángel, de este
modo a la Madre aclamó:
Ave, por ti resplandecen los gozos,
Ave, por ti se disuelve el dolor,
Ave, rescate del llanto de Eva,
Ave, salud de Adán que cayó.
Ave, Tú cima sublime a humano intelecto,
Ave, Tú abismo insondable a mirada de ángel,
Ave, Tú llevas a Aquél que todo sostiene,
Ave, Tú eres la sede del trono real.
Ave, oh estrella que al Astro precedes,
Ave, morada del Dios que se encarna,
Ave, por ti se renueva el creado,
Ave, por ti se hace niño el Señor.
¡Ave, Virgen y Esposa!

2. Bien sabía María que era Virgen sagrada, y por eso respondió
a Gabriel: «Tu singular mensaje se muestra incomprensible a mi
alma, pues anuncias un parto de virginal seno, exclamando:
¡Aleluya!»
Aleluya, aleluya, aleluya!

3. Ansiaba la Virgen comprender el misterio, y preguntaba al
Mensajero divino: «¿Podrá mi seno virginal dar a luz un hijo?
¡Dímelo!». Y aquél, reverente, aclamándola, así respondió:
Ave, presagio de excelsos designios,
Ave, Tú prueba de arcano misterio,
Ave, prodigio primero de Cristo,
Ave, compendio de toda verdad.
Ave, oh escala celeste que baja el Eterno,
Ave, oh puente que llevas los hombres al Cielo,
Ave, de coros celestes cantado portento,
Ave, oh azote que ahuyenta a la horda infernal.
Ave, la Luz inefable has portado,
Ave, Tú el «modo» a nadie has contado,
Ave, la ciencia de sabios trasciendes,
Ave, Tú enciendes al fiel corazón.
¡Ave, Virgen y esposa!

4. La Virtud del Altísimo cubrió con su sombra e hizo Madre a la
Virgen que no conocía varón: aquel seno, hecho fecundo desde lo
Alto, se convirtió en campo ubérrimo para todos los que quieren
alcanzar la salvación, cantando de esta manera: ¡Aleluya!
¡Aleluya, aleluya, aleluya!

5. Con el Señor en su seno, presurosa, María subió a la
montaña y habló con Isabel. El pequeño Juan, en el vientre de su
madre, oyó el virginal saludo y exultó; saltando de gozo, cantaba a
la Madre de Dios:
Ave, sarmiento del más santo Brote,
Ave, renuevo de un Fruto sin mancha,
Ave, das vida al Autor de la vida,
Ave, cultivas a tu Agricultor.
Ave, Tú campo que muestras las más ricas gracias,
Ave, Tú mesa que ofreces los dones mejores,
Ave, un pronto refugio a los fieles preparas,
Ave, un pasto agradable Tú haces brotar.
Ave, Tú incienso agradable de súplicas,
Ave, del mundo suave perdón,
Ave, clemencia de Dios con el hombre,
Ave, confianza del hombre con Dios.
¡Ave, Virgen y Esposa!

6. Con el corazón turbado y encontrados pensamientos, el sabio
José se agitaba en la duda; admirándote intacta, sospecha
esponsales secretos, oh Inmaculada! Y cuando te supo Madre por
obra de Espíritu Santo, exclamó: ¡Aleluya!
¡Aleluya, aleluya, aleluya!

7. Los pastores oyeron los coros de los ángeles que cantaban a
Cristo, bajado entre nosotros. Corriendo a ver al Pastor, lo
contemplan como cordero inocente, que se nutre al pecho de la
Virgen, y cantan así:
Ave, Tú Madre del Pastor-Cordero,
Ave, recinto del rebaño fiel,
Ave, defensa de fieras malignas,
Ave, guardiana de la eternidad.
Ave, por ti con la tierra exultan los cielos,
Ave, por ti con los cielos se goza la tierra,
Ave, voz eres perenne de Apóstoles santos,
Ave, de Mártires fuertes invicto valor.
Ave, potente sustento de fe,
Ave, de gracia esplendente pendón,
Ave, por ti fue expoliado el infierno,
Ave, por ti nos vestimos de honor.
¡Ave, Virgen y Esposa!

8. Observando la estrella que guiaba al Eterno, los Magos
siguieron su fulgor. Fue luminaria segura para ir en busca del
Poderoso, del Señor. Y alcanzando al Dios inalcanzable, lo
aclaman felices: ¡Aleluya!
¡Aleluya, aleluya, aleluya!

9. Los Magos contemplaron en los brazos maternos al Sumo
Hacedor del hombre. Sabiendo que era el Señor, aunque bajo la
apariencia de siervo, premurosos le ofrecieron sus dones, diciendo
a la Madre bienaventurada:
Ave, oh Madre del Astro perenne,
Ave, aurora del místico día,
Ave, las fraguas de errores Tú apagas,
Ave, conduces con tu brillo a Dios.
Ave, al odioso tirano arrojaste del trono,
Ave, Tú a Cristo nos das, clemente Señor,
Ave, rescate Tú eres de ritos nefandos,
Ave, Tú eres quien salvas del cieno opresor.
Ave, Tú el culto del fuego destruyes,
Ave, Tú extingues la llama del vicio,
Ave, Tú enseñas la ciencia al creyente,
Ave, Tú gozo de todas las gentes.
¡Ave, Virgen y Esposa!

10. Pregoneros de Dios fueron los Magos en el camino de
vuelta. Cumplieron tu vaticinio y te predicaban, oh Cristo, a todos,
sin preocuparse de Herodes, el necio, que era incapaz de cantar:
¡Aleluya!
¡Aleluya, aleluya, aleluya!

11. Iluminando Egipto con el esplendor de la verdad, arrojaste
las tinieblas del error, porque los ídolos de entonces, Señor,
debilitados por la fuerza divina, cayeron. Y los hombres, salvados,
aclamaban a la Madre de Dios:
Ave, desquite del género humano,
Ave, derrota del reino infernal,
Ave, Tú aplastas mentiras y errores,
Ave, Tú muestras la gran falsedad.
Ave, Tú mar que devoras al gran Faraón,
Ave, Tú roca que manas el Agua de Vida,
Ave, columna de fuego que guías de noche,
Ave, refugio del mundo cual nube sin par.
Ave, dadora del maná celeste,
Ave, nodriza de los gozos santos,
Ave, Tú místico hogar prometido,
Ave, de leche y de miel manantial.
¡Ave, Virgen y Esposa!

12. El viejo e inspirado Simeón estaba a punto de dejar este
mundo engañoso. Fuiste dado a él como párvulo, pero en ti
reconoció al perfecto Señor; y estupefacto, admirando la divina
Sabiduría, exclamó: ¡Aleluya!
¡Aleluya, aleluya, aleluya!

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HISTORIA DE AKÁTHISTOS

El Himno Akathistos (que literalmente significa «estando de pie », porque se canta en esta posición) es el himno mariano más famoso del Oriente cristiano y quizá de la Iglesia entera. Compuesto en griego, a finales del siglo V, es de autor desconocido. Su paternidad se ha atribuido a diversos personajes, pero no hay ninguna prueba concluyente, y quizá sea mejor así. Como dice un comentarista moderno, «está bien que el himno sea anónimo. Así el himno es de todos, porque es de la Iglesia».
Efectivamente, desde principios del siglo VI la Iglesia bizantina lo incluyó en su liturgia como la expresión más alta del culto a la Santísima Virgen y lo canta en muchas ocasiones, de modo especialmente solemne en el sábado de la 5ª semana de Cuaresma.

La estructura métrica del texto original es de una perfección suma , difícil de verter a otras lenguas. Las veinticuatro estrofas que lo componen (unas más largas, otras más breves, alternativamente) se distribuyen por igual en dos partes : una evangélica y otra dogmática. La primera parte escenifica la narración evangélica en una serie de cuadros, que van desde la Anunciación al encuentro de María con el anciano Simeón en el Templo de Jerusalén . La segunda parte expone los principales artículos de la fe mariana de la Iglesia: perpetua virginidad, maternidad divina, mediación de gracia desde el Cielo.

El Himno Akathistos es común a todos los cristianos de rito bizantino, sean católicos u ortodoxos . Constituye, pues, un puente vetusto y solemne hacia la plena comunión entre la Iglesia de Oriente y de Occidente.

Fuente:Primeros Cristianos

http://www.primeroscristianos.com/index.php/temas/item/1176-oraciones-de-los-primeros-cristianos-a-la-virgen-himno-akathistos-siglo-v

Mayo, una oración María cada día. 21/05

Mayo, una oración María cada día. 21/05

Dedicaremos hoy a nuestra Madre una oración de reparación. Para darle todo nuestro amor a la Llena de Gracia, Pura y Santísima, por todas las ofensas que se cometen contra Ella. Aquellos que la ofenden cometen una ofensa doble: ofenden a su Divino Hijo, y ponen en peligro su salvación. Esta reparación hace énfasis en nuestra responsabilidad hacia los pecadores que no oran y no hacen reparación por sus pecados.

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ACTO DE REPARACIÓN AL INMACULADO CORAZÓN DE MARIA

¡Oh Corazón de María, Madre de Dios y Madre nuestra; Corazón amabilísimo, objeto de las complacencias de la adorable Trinidad y digno de toda la veneración y ternura de los Ángeles y de los hombres; Corazón el más semejante al de Jesús, del cual eres la más perfecta imagen; Corazón lleno de bondad y que tanto te compadeces de nuestras miserias, dignate derretir el hielo de nuestros corazones, y has que vuelvan a conformarse con el Corazón del Divino Salvador. Infunde en ellas el amor de tus virtudes; inflamalos con aquel dichoso fuego en que Vos estás ardiendo sin cesar. Encierra en tu seno la santa Iglesia; custodiala, sé siempre su dulce asilo y su inexpugnable torre contra toda incursión de sus enemigos. Sé nuestro camino para dirigirnos a Jesús, y el conducto por el cual recibamos todas las gracias necesarias para nuestra salvación. Sé nuestro socorro en las necesidades, nuestra fortaleza en las tentaciones, nuestro refugio en las persecuciones, nuestra ayuda en todos los peligros; pero especialmente en los últimos combates de nuestra vida, a la hora de la muerte, cuando todo el infierno se desencadenará contra nosotros para arrebatar nuestras almas, en aquel formidable momento, en aquel punto terrible del cual depende nuestra eternidad. ¡Ah! Virgen piadosísima, haznos sentir entonces la dulzura de tu maternal Corazón, y la fuerza de tu poder para con el de Jesús, abriéndonos en la misma fuente de la misericordia un refugio seguro, en donde podamos reunirnos para bendecirle con Vos en el paraíso por todos los siglos. Amén.
Jaculatoria.
Sea por siempre y en todas partes conocido, alabado, bendecido, amado, servido y glorificado el divinísimo Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María. Así sea.
PADRENUESTRO, AVEMARÍA…
Jaculatoria.
Sea por siempre y en todas partes conocido, alabado, bendecido, amado, servido y glorificado el divinísimo Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María. Así sea.

 CorazondeMaria

¡Oh Madre nuestra dulcísima! Permite por piedad que nosotros tus devotos hijos, unidos en un solo pensamiento de veneración y amor, vengamos a reparar las horrendas ofensas que cometen contra Ti tantos desventurados que no conocen el paraíso de bondad y de misericordia de tu corazón maternal.
De la horribles ofensas que se cometen contra tu dulcísimo Jesús, te consolaremos oh María .
De la espada de dolor que hijos degenerados quieren nuevamente clavar en tu corazón maternal, te consolaremos oh María.
De las blasfemias nefastas que se vomitan contra tu purísimo y santísimo nombre, te consolaremos oh María.
De las infames negaciones que se hacen de tus privilegios y de tus glorias más excelsas, te consolaremos oh María.
De los insultos que los protestantes y otros herejes lanzan contra tu culto dulcísimo, te consolaremos oh María.
De las sacrílegas afrentas que los impíos cometen contra tus carísimas imágenes, te consolaremos oh María.
De las profanaciones que se cometen en tus santuarios, te consolaremos oh María.
De las ofensas contra la virtud angelical que en Ti se personifica, te consolaremos oh María.
De los ultrajes que se cometen con las modas perversas, contra la dignidad de la mujer, por Ti reivindicada y santificada, te consolaremos oh María.
De los horrendos delitos con que se aparta a los inocentes de tu seno maternal, te consolaremos oh María.
De las incomprensiones de tus derechos divinamente maternales, por parte de tantas madres, te consolaremos oh María.
De las ingratitudes de tantos hijos a tus gracias bellas, te consolaremos oh María.
De la frialdad de tantos corazones frente a tus ternuras maternales, te consolaremos oh María.
Del desprecio de tus invitaciones de amor, te consolaremos oh María.
De la cruel indiferencia de tantos corazones, te consolaremos oh María.
De tus lágrimas maternales, te consolaremos oh María.
De las angustias de tu dulcísimo corazón, te consolaremos, oh María.
De las agonías de tu alma santísima en tantos Calvarios, te consolaremos oh María.
De tus suspiros de amor, te consolaremos oh María.
Del martirio que te ocasiona la pérdida de tantas almas redimidas por la sangre de tu Jesús y por tus lágrimas, te consolaremos oh María.
De los horrendos atentados que se cometen contra tu Jesús, que vive en su Vicario y en sus sacerdotes, te consolaremos oh  María.
De la conjuración infernal contra la vida de tu Jesús en su Iglesia, te consolaremos oh María.
¡Oh Madre santa dulcísima, que en el heroísmo de tu amor maternal, al pie de la cruz, rogaste por aquellos crueles que martirizaban tan atrozmente a tu amado Hijo Jesús y desgarraban tu Corazón tiernísimo! Ten piedad de todos los desventurados e indignos que te ofenden; haz que ellos también puedan ser acogidos en tu seno maternal, purificados por tus lágrimas benditas, y admitidos a gozar los frutos estupendos de tu maternal misericordia. Amén.
PADRENUESTRO, AVEMARÍA…
Jaculatoria.
Sea por siempre y en todas partes conocido, alabado, bendecido, amado, servido y glorificado el divinísimo Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María. Así sea.

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También existe la devoción de los «Cinco sábados en Reparación al Inmaculado Corazón de María. Esta devoción se la dio el Señor a Sor Lucía, una de las videntes de Fátima.
«He aquí hija mía, por que ante este Inmaculado Corazón ultrajado, se movió mi misericordia a pedir esta pequeña reparación, y, en atención a Ella, a conceder el perdón a las almas que tuvieran la desgracia de ofender a mi Madre. En cuanto a ti procura incesantemente con tus oraciones y sacrificios moverme a misericordia para con esas almas».
Para conocer mas sobre esta devoción les dejamos un enlace:
 http://www.corazones.org/maria/fatima/apariciones_posteriores_nuestra_senora_fatima_srlucia.html

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Fuente: Red mundial cristiana de oración:

 https://redmundialcristianadeoracion.wordpress.com/2013/10/15/oraciones-de-desagravio-al-inmaculado-corazon-de-maria/