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Respuesta necesaria ante un momento histórico-teológico concreto
Si Dios no ha cambiado, ya que su naturaleza sigue siendo la misma hoy, que en tiempos de los patriarcas y profetas, tal vez tan solo fue la conducta que él exige de su pueblo la que es distinta.
Es posible que como estrategia temporal y pasajera, en un momento puntual de la historia, con un pueblo en particular (Israel), y en un contexto de vida específico, Dios permitió e inspiró ciertas conductas que en Jesús ya no eran necesarias y por tanto no eran permitidas, ya que no responden al carácter y naturaleza de Dios sino que son respuesta a una situación concreta de un pueblo concreto con unas circunstancias concretas.
Como expone Norman Gottwald tras sus estudios sociológicos sobre la historia de Israel, para que este pueblo sobreviviese y nos dejase documentación histórica, era necesario que recurriese a la guerra y a ciertos episodios de genocidio selectivo.
A pesar de confiar en la salvación que proviene de Dios, esta fe debía acompañarse de las acciones bélicas exigidas por el momento, ya que lo contrario hubiese desembocado en la desaparición del pueblo judío como etnia y también como “religión”, se hubiese extinguido la luz que debía alumbrar a las naciones.
Las circunstancias en las que Israel se establece como nación, como pueblo de Dios, fueron tan frágiles que Dios tuvo que tomar medidas extremas para asegurar su supervivencia.
A pesar de que la guerra es siempre cruel, llena de horror y muerte, en un mundo sumido en el pecado, la degradación moral, el carácter despiadado de los pueblos y la violencia de aquel tiempo, hicieron que solo fuese posible la entrada de Israel en Canaan mediante el derramamiento de sangre.
Dios se revela irrumpiendo en la historia humana aceptando las consecuencias de esa decisión. Que en el caso de establecer la identidad de Israel como nación santa, apartada, incluyó el exterminio de un pueblo como el cananeo.
La preservación de Israel era fundamental para el bien de las naciones ya que era el portador de la Palabra de Dios y de la simiente mesiánica (Gen.49:8,10; 2Sam.7; 23:1-7).
Solo en esta ocasión es Dios quien para proteger al pueblo de la promesa actuó en sentido estrictamente militar como escudo y espada de Israel (Dt. 33:29; 1Cr.5:22), de ahí se deduce la idea de que estos enfrentamientos sean en realidad guerras de Dios (Ex.15:3; 1Sam.18:27) y que el botín no se tome como premio tras la victoria, sino que sea “anatema”, consagrado al Señor y por ello no podían quedarse con nada.
Sin embargo estas circunstancias históricas han cambiado radicalmente, es más, ya en los tiempos de dominación del Imperio Romano en el que le tocó vivir a Jesús, la guerra y la violencia dejaron de ser instrumentos necesarios para el avance del plan de Dios para su pueblo.
Vemos como la iglesia surge y se establece siguiendo el camino de la paz, el amor, la misericordia y el perdón. Ahora Dios ya podía revelarse como siempre había sido: como Dios de amor, perdón, misericordia y paz.
Dios se muestra en Jesús corrigiendo la falsa impresión dejada en el pasado debido a las exigencias históricas particulares e irrepetibles del nacimiento de Israel como nación santa en Canaan. Dios nunca más actúa ni permite una matanza, sino que los discípulos de Jesús, el pueblo de Dios, tomarán su cruz cada día y sufrirán ellos mismos antes de hacer sufrir al prójimo.
Información incompleta y por tanto errónea de los autores debido a que el proceso de revelación es progresivo
Es posible sin embargo que la explicación radique en que esta distorsión del Dios del Antiguo Testamento se deba simplemente a que los mismos autores del Antiguo Testamento no tenían una idea clara o acertada de cómo era YHWH en realidad.
En aquel momento histórico la revelación que Dios había dado sobre sí mismo no era completa, es más era hasta tal punto tan escasa e incompleta que podría entenderse desde nuestra visión hoy como errónea y tachar el concepto incompleto de entonces como equivocado.
Entenderíamos por tanto que el problema de distorsión del Antiguo Testamento no es sólo de nuestras propias limitaciones a la hora de entender los textos, sino que la distorsión viene ya dada por el texto mismo.
Con esta teoría no se pretende poner en duda la inspiración de estos textos, sino admitir que el Antiguo Testamento no comprende íntegramente por sí solo toda la revelación de Dios y que aunque inspirado el Antiguo Testamento está incompleto y por ello en algunos casos puede considerarse que puede llevar a confusión o engaño, que se evidencia en la multitud de cuestiones que Jesús debe corregir por las concepciones erróneas que los estudiosos de la Torá se habían formado de Dios.
El mal proviene del hombre, Dios no justifica sino que busca poner límites a la violencia
En la línea de pensamiento que traza P. Beauchmanp he recogido algunas reflexiones que creo que son interesantes.
Beauchmanp se remonta al relato de la creación en Génesis, tras la caída, cuando señala que se hace evidente la violencia interna en el corazón del hombre al rechazar a Dios.
A pesar de esta actitud de pecado fruto de un mal uso del libre albedrío, el hombre sigue siendo imagen de Dios, incluso cuando vemos que es capaz de manchar sus manos de sangre.
Este es un argumento importante a tener en cuenta en cuanto a la clave hermenéutica de lectura para entender los episodios de violencia en el Antiguo Testamento Dios no se desentiende del hombre a pesar de su degradación (caída), sin embargo nuestra visión de Dios está mediatizada por lo que el hombre es en realidad (como imagen de Dios), ahora bien a través de este «cristal» se ve a un Dios violento, esto no quiere decir que Dios no pase por esa imagen sino que Dios acepta pasar por ahí pero con un propósito, transformar esa violencia y convertirla, y esto no se trata de una decisión puntual, sino de un proceso, que se va cumpliendo en la historia.
Por tanto en la Biblia muchas veces llamamos violencia a lo que en realidad es un reflejo de nuestro propio comportamiento violento.
Es importante recordar que (como relata Génesis 9) el hombre se había vuelto violento y es Dios quien actúa poniendo un límite a esa violencia por medio de la ley (con determinados pueblos no acabar con la vida de todos los habitantes sino solo de los hombres, dejando con vida a mujeres y niños Dt.20:13, no apropiarse de los tesoros de las ciudades conquistadas Jos.6:18, respetar los pactos o alianzas Jos 17:25, la famosa ley del Talión que se da no para justificar la violencia, sino para poner límites y acotar la sed de venganza desmesurada que hay en el corazón del hombre).
Aunque parece un poco complicado es vital no perder de vista lo que hay detrás de estos textos, en ellos se puede ver el deseo de contrarrestar mediante la ley, una violencia que se vivía libremente como algo natural en aquel momento histórico.
Con el establecimiento de estas leyes al parecer violentas, en realidad lo que se hace es contrarrestar una violencia que sería aún peor, la ausencia de toda ley (en la que se encontró en el pasado la humanidad y por la que Dios envío el diluvio: «Y la tierra se había corrompido delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia». Génesis 6:11.
En este punto se defiende una posible explicación que remontándose al origen de la humanidad y a la caída, enseña que la ley permite una forma concreta de violencia con el fin claro de contrarrestar a la violencia y el caos en mayúsculas. Obviar esta explicación podría entenderse como expresó el profeta Jeremías como querer cerrar los ojos a una realidad escabrosa pero cierta: “Y curan a la ligera el quebranto de mi pueblo, diciendo: «Paz, paz», pero no hay paz». Jer.6:14.
El camino perfecto propuesto por Dios en Gen.1, su imagen real, sin distorsionar la tenemos en la mansedumbre que es atacada por la violencia en la caída, pero a pesar de ello la mansedumbre se irá abriendo camino a través de la violencia y no fuera de ella, con el fin de obtener la victoria final. «Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú la herirás en el talón». Gen.3:15.
Viendo como Jesús se abre paso ampliando la imagen distorsionada que teníamos de Dios debido a una ley dada por la dureza del corazón del hombre, amplia el decálogo con el sermón de la montaña, en especial, las bienaventuranzas.
En Jesús el ministerio de la violencia se revela plenamente en la violencia que se despierta contra él hasta matarlo. Por tanto en la cruz se revela plenamente la violencia del amor (si es que ambas palabras pueden llegar a concebirse juntas) que movía tanto las acciones como las enseñanzas de Jesús, alejadas totalmente de una falsa mansedumbre hipócrita.
El mal proviene del hombre, es usado por Dios y será erradicado en un final escatológico
Otra posibilidad que se puede contemplar, y que estaría ligada en algunos puntos coincidentes a la anterior es la que dice que el mal no proviene de Dios sino del hombre y que Dios usa su consecuencia (el sufrimiento) para edificación. Es decir, Dios en su soberanía tolera el mal en el universo, aunque lo somete a su dominio y lo utiliza en su administración del mundo. Se utiliza para castigar la iniquidad individual y nacional (Is.45:7; Lm.3:38; Am.3:6).
Los hijos de Israel repetidamente «hicieron lo malo» y sufrieron las consecuencias (Jue.2:11; 1 R.1:6). Dios está separado de todo mal y de ninguna manera es responsable del mismo. Dios está en contra del mal, pero su existencia constituye a menudo una piedra de tropiezo en algunos a la hora de creer en un Dios de amor.
Pero el mal sólo puede atribuirse al abuso del libre albedrío de parte de los seres creados, sean estos angelicales o humanos.
El sufrimiento como pueblo de Dios, sea en forma de problemas o persecución, es permitido divinamente con fines de bendición espiritual (Stg. 1.2–4; 1 P. 1.7; etc.) y no puede ser separado del amor de Dios.
En sintonía con lo dicho anteriormente esta teoría coincide en la visión de toda la actividad salvadora de Dios orientada a resolver el problema del mal. Durante su vida, Cristo experimentó dolor, pena, y sufrimiento (Mt. 8.16–17), pero la cruz es la respuesta final de Dios al problema del mal.
Allí se demostró su amor de manera suprema (Ro. 5.8; 8.32) en la identificación del Señor con el mundo sufriente al cargar con el pecado en la cruz. Esto debería hacerse palpable con el cambio moral que el evangelio produce en los hombres como evidencia de la realidad del triunfo de Cristo sobre todos los poderes malignos (Col. 2.15; 1 Jn. 3.8), y por lo tanto de la victoria escatológica final de Dios, donde el mal será eliminado del universo, y la creación compartirá con el hombre redimido su glorioso destino y donde tanto el mal físico como el mal moral desaparecerán eternamente (Ap. 21.1–8). El poder de Satanás está bajo el control divino (Job1-2), y finalmente será derrotado (He.2:14; Ap.12:9-11).
Continuará
FUENTE: http://www.mercaba.org/Enciclopedia/V/violencia_genocidio_AT.htm